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161
| text
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1.47M
| language
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values |
---|---|---|---|---|
Arciniegas,Ismael_Enrique
|
<XXI
|
En_La_Fuente
|
Campesinita que sola
Cerca estás del manantial,
Pareces una amapola
En el dormido trigal.
Oyes del agua el correr
Y al cristal la frente inclinas.
¿Será que te quieres ver
Entre rojas clavellinas?
Tu cabellera muy negra
Con las espumas contrasta,
Y es flor que tu boca alegra
Tu leve sonrisa casta.
Campesinita que el son
De la fuente estás oyendo:
Sed tiene mi corazón,
Y de sed se está muriendo.
|
es
|
García,Ignacio
|
XXI
|
Infinity
|
Siguen siendo mis pensamientos enriquecidos
los que vuelven del infinito hacia ti...
El poema es un árbol en el flujo de la mente
La luz son sus raíces
y una sílaba roja, es aura de su fronda
En él voy a escribir éste y otros poemas
ríos y abrevaderos, costas y latitudes
Signos y trazos
que la tinta vuelta perfume
haga brotar en sílabas
al interior de tu nombre
|
es
|
Flórez,Julio
|
<XXI
|
Oye_La_Historia_Que_Contome_Un_Día
|
Oye la historia que contome un día
el viejo enterrador de la comarca:
era un amante a quien por suerte impía
su dulce bien le arrebató la Parca.
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de la hermosa;
la gente murmuraba con misterio:
es un muerto escapado de la fosa.
En una horrible noche hizo pedazos 1
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra... y se llevó en los brazos
el rígido esqueleto de la amada.
Y allá en la oscura habitación sombría,
de un cirio fúnebre a la llama incierta,
sentó a su lado la osamenta fría 2
y celebró sus bodas con la muerta.
Ató con cintas los desnudos huesos,
el yerto cráneo coronó de flores,
la horrible boca le cubrió de besos
y le contó sonriendo sus amores.
Llevó a la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado,
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado.
|
es
|
Neruda,Pablo
|
<XXI
|
Oda_A_Un_Gran_Atún_En_El_Mercado
|
En el mercado verde,
bala
del profundo
océano,
proyectil
natatorio,
te vi,
muerto.
Todo a tu alrededor
eran lechugas,
espuma
de la tierra,
zanahorias,
racimos,
pero
de la verdad
marina,
de lo desconocido,
de la
insondable
sombra,
agua
profunda,
abismo,
sólo tú sobrevivías
alquitranado, barnizado,
testigo
de la profunda noche.
Sólo tú, bala oscura
del abismo,
certera,
destruida
sólo en un punto,
siempre
renaciendo,
anclando en la corriente
sus aladas aletas,
circulando
en la velocidad,
en el transcurso
de
la
sombra
marina
como enlutada flecha,
dardo del mar,
intrépida aceituna.
Muerto te vi,
difunto rey
de mi propio océano,
ímpetu
verde, abeto
submarino,
nuez
de los maremotos,
allí,
despojo muerto,
en el mercado
era
sin embargo
tu forma
lo único dirigido
entre
la confusa derrota
de la naturaleza:
entre la verdura frágil
estabas
solo como una nave,
armado
entre legumbres,
con ala y proa negras y aceitadas,
como si aún tú fueras
la embarcación del viento,
la única
y pura
máquina
marina:
intacta navegando
las aguas de la muerte.
|
es
|
Acuña,Hernando_de
|
<XXI
|
Huir_Procuro_El_Encarecimiento
|
Huir procuro el encarecimiento,
no quiero que en mis versos haya engaño,
sino que muestren mi dolor tamaño
cual le siente en efeto el sentimiento.
Que mostrándole tal cual yo le siento
será tan nuevo al mundo y tan extraño
que la memoria sola de mi daño
a muchos pondrá aviso y escarmiento.
Así, leyendo o siéndoles contadas
mis pasiones, podrán luego apartarse
de seguir el error de mis pisadas
y a más seguro puerto enderezarse,
do puedan con sus naves despalmadas
en la tormenta deste mar salvarse.
|
es
|
Flórez,Julio
|
<XXI
|
Oyendo_Está_Tus_Rumores
|
Oyendo está tus rumores
allá abajo el ángel mío;
corre y llévale estas flores
que deshojo en tus hervores...
Corre, corre, manso río
Corre y dile que la adoro,
que estoy pálido y sombrío,
que por sus desdenes lloro,
y dile que es mi tesoro;
pero, corre, manso río.
Mas si no oye mi quebranto,
si desdeña el amor mío,
entonces llévale el llanto
que estoy vertiendo hace tanto
sobre tus ondas ¡oh, río!
Corre y dile que la adoro,
que estoy pálido y sombrío,
que por sus desdenes lloro,
y dile que es mi tesoro;
pero, corre, manso río.
Mas si no oye mi quebranto,
si desdeña el amor mío,
entonces llévale el llanto
que estoy vertiendo hace tanto
sobre tus ondas ¡oh, río!
Mas si no oye mi quebranto,
si desdeña el amor mío,
entonces llévale el llanto
que estoy vertiendo hace tanto
sobre tus ondas ¡oh, río!
|
es
|
Arciniegas,Ismael_Enrique
|
<XXI
|
En_El_Principio_El_Caos_Envolvía_Los_Mundos
|
En el principio el Caos envolvía los mundos
Do el espacio y el tiempo rodaban sin medida,
Y a los hijos del Cielo y de la Tierra, vida
Les dio el seno de Gaia, de pezones fecundos.
Luego la Estigia hundiolos en abismos profundos,
Y nunca, como entonces, Primavera florida,
Del sol más esplendores dio a la esfera encendida,
Ni maduró más mieses en los campos jocundos.
Adustos, ignorando placeres terrenales,
El Olimpo habitaban los dioses inmortales
Pero llovió rocío la bóveda infinita;
El mar empezó a abrirse, se iluminó la bruma;
Y desnuda, en las ondas, y entre radiante espuma,
De la sangre de Urano, blanca surgió Afrodita.
|
es
|
Buesa,José_Ángel
|
<XXI
|
Tal_Vez_Por_Un_Capricho_Más_Triste_Que_Galante
|
Tal vez por un capricho más triste que galante
cuente un día una historia que casi no es de amor.
Tal vez estés ausente, o acaso estés delante,
pero si estás delante lo contaré mejor.
Diré que hubo una copa tallada de diamante,
una flor sin rocío y un blanco surtidor.
Pero aunque se moría de sed un caminante
le negaron el agua para regar la flor.
Como ves es una historia que puede no ser mía,
pues habla de un suceso que ocurre cada día;
burlar a un vagabundo, negar una merced.
Pero al fin de este cuento vulgar y cotidiano,
tú sentirás la copa de diamante en tu mano,
y yo estaré de nuevo muriéndome de sed.
|
es
|
Guillén,Jorge
|
<XXI
|
La_Memoria_Quisiera_Con_Sus_Redes
|
La memoria quisiera con sus redes
Salvarnos eso que se nos escapa,
Casi deshecho por continua zapa,
Abismo abajo, pútridas paredes.
Todo se descompone. Tú no puedes,
Memoria infiel, guardar tras esa capa
De mendigo tus joyas, y en un mapa
De remiendos concluyen tus mercedes.
Algo flota, por fin, contra el olvido
Que sin cesar rehace su marea
Con su reiteración de rollo lento.
En la orilla se yergue un conmovido
Náufrago de alta mar. Dice, jadea,
Algo evoca su voz. Si fue, ya es cuento.
|
es
|
Góngora,Luis_de
|
<XXI
|
Ser_Pudiera_Tu_Pira_Levantada,
|
Ser pudiera tu pira levantada,
De aromátcos leños construida,
Oh Fénix en la muerte, si en la vida
Ave, aun no de sus pies desengañada.
Muere en quietud dichosa y consolada
A la región asciende esclarecida,
Pues de más ojos que desvanecida
Tu pluma fue, tu muerte es hoy llorada.
Purificó el cuchillo, en vez de llama,
Tu ser primero, y glorïosamente
De su vertida sangre renacido,
Alas vistiendo, no de vulgar fama,
De cristiano valor sí, de fe ardiente,
Más deberá a su tumba que a su nido.
Muere en quietud dichosa y consolada
A la región asciende esclarecida,
Pues de más ojos que desvanecida
Tu pluma fue, tu muerte es hoy llorada.
Purificó el cuchillo, en vez de llama,
Tu ser primero, y glorïosamente
De su vertida sangre renacido,
Alas vistiendo, no de vulgar fama,
De cristiano valor sí, de fe ardiente,
Más deberá a su tumba que a su nido.
Purificó el cuchillo, en vez de llama,
Tu ser primero, y glorïosamente
De su vertida sangre renacido,
Alas vistiendo, no de vulgar fama,
De cristiano valor sí, de fe ardiente,
Más deberá a su tumba que a su nido.
Alas vistiendo, no de vulgar fama,
De cristiano valor sí, de fe ardiente,
Más deberá a su tumba que a su nido.
|
es
|
Álvarez,Luis
|
XXI
|
Poemas_Extranjeros
|
Amanecer en Palermo.
-I-
A bordo del Spartiventi
(Un como moderno Eolo)
mirabas, extático, las luces
que, cada vez más, entregaban sus vidas.
¡Quién lo pensara durante otros instantes!
Eran las de Nápoles,
La ciudad cargada de sinuosas
Leyendas musicales:
—Torna a Sorrento,
—¡O! sole mio,
—Tu sei limpero dellarmonia,
—Santa Lucia, ¡O! dolce Napoli,
¿Quién lo pensara durante otros instantes?
-II-
Luego vino el litro de Salaparuta.
—Il migliore corvo— como dijo después Emmanuele.
Pero tú recordabas más cómo te mecías
Al salir del comedor y tomar rumbo hacia los lavamanos
Toillettes, servizzi, ya no distinguías otros
sinónimos.
Sólo discernías sobre tu abandonada
Resistencia etílica.
-III-
Así transcurrió la travesía.
Eolo soplaba para hendir
La oscuridad oceánica.
Y, al final, tu regalo:
Las luces de Palermo,
Ya dejadas atrás las musicales.
Recuerdas que miraste, no viste,
La ciudad que ya conocías
Por su sangre.
Con ella habías bebido
Cada una de sus letras:
La P de placenteros días.
AL ... que sabían al vino de Salaparuta.
La E, de estrecha cavidad tormentosa y tormentante
Y la R de rosario Moderno
Capaz de conducirte
Desde la suavidad de la marmórea mano
Hasta los estertores del cansancio deseado.
-IV-
Todo ese proemio fue tuyo,
Coronado de topónimos:
Monte de San Pellegrino. Con su gruta simbólica
Como los limoneros caraqueños.
Mondelo, bañando tu rosario desconocido.
La Vergogna, sin su razón de ser.
Colonna Rotta y sus panaros
Cargados de magia y de ternura,
Como los poemas de Paolo,
O los ojos de Antonia,
El perro de María
O la solidaridad fraternal de Marino.
-V-
Y otra vez, al final...
Göthe...
Veinte años esperándote
En las puertas del Jardín Botánico,
Para mostrarte la ühr Form
Que él quiso encontrar
En la mujer Italia.
A bordo del Spartiventi
(Un como moderno Eolo)
mirabas, extático, las luces
que, cada vez más, entregaban sus vidas.
¡Quién lo pensara durante otros instantes!
Eran las de Nápoles,
La ciudad cargada de sinuosas
Leyendas musicales:
—Torna a Sorrento,
—¡O! sole mio,
—Tu sei limpero dellarmonia,
—Santa Lucia, ¡O! dolce Napoli,
¿Quién lo pensara durante otros instantes?
Luego vino el litro de Salaparuta.
—Il migliore corvo— como dijo después Emmanuele.
Pero tú recordabas más cómo te mecías
Al salir del comedor y tomar rumbo hacia los lavamanos
Toillettes, servizzi, ya no distinguías otros
sinónimos.
Sólo discernías sobre tu abandonada
Resistencia etílica.
Así transcurrió la travesía.
Eolo soplaba para hendir
La oscuridad oceánica.
Y, al final, tu regalo:
Las luces de Palermo,
Ya dejadas atrás las musicales.
Recuerdas que miraste, no viste,
La ciudad que ya conocías
Por su sangre.
Con ella habías bebido
Cada una de sus letras:
La P de placenteros días.
AL ... que sabían al vino de Salaparuta.
La E, de estrecha cavidad tormentosa y tormentante
Y la R de rosario Moderno
Capaz de conducirte
Desde la suavidad de la marmórea mano
Hasta los estertores del cansancio deseado.
Todo ese proemio fue tuyo,
Coronado de topónimos:
Monte de San Pellegrino. Con su gruta simbólica
Como los limoneros caraqueños.
Mondelo, bañando tu rosario desconocido.
La Vergogna, sin su razón de ser.
Colonna Rotta y sus panaros
Cargados de magia y de ternura,
Como los poemas de Paolo,
O los ojos de Antonia,
El perro de María
O la solidaridad fraternal de Marino.
Y otra vez, al final...
Göthe...
Veinte años esperándote
En las puertas del Jardín Botánico,
Para mostrarte la ühr Form
Que él quiso encontrar
En la mujer Italia.
|
es
|
Aridjis,Homero
|
<XXI
|
Ángel_Virgen
|
Acometido por manos infantiles
que cubren su vientre de caricias salaces,
el blancor de sus plumas enrojecerá,
su virginidad se encenderá,
los ojos de sus alas cerrarán los párpados.
Él aire,
ella tierra,
juntos beberán
el éxtasis de oro,
la embriaguez púrpura de la granada.
Sus cuerpos, el fuego helado de la imaginación.
Su deseo, posar la planta del pie
en ella, como en una hierba húmeda.
El de ella, la cruda sensación
de pararse entera sobre sus pies precisos.
Él, ígneo, entrará en su carne
como un fuego que agujerea el aire,
meterá en su flanco adolescente un alcatraz blanco,
el oro desnudo de su virginidad.
A medida que él se introduzca en ella,
su rostro adquirirá una palidez lunar,
lágrimas blancas resbalarán por sus mejillas
como gotas de luz. Es su virginidad
que caerá en un cuerpo penetrado por la muerte.
Sobre él, aire; sobre ella, tierra,
el sol derramará su cabellera rubia.
Su cabellera, último mechón
en el poniente oscuro.
|
es
|
Lihn,Enrique
|
<XXI
|
Hay_Sólo_Dos_Países:_El_De_Los_Sanos_Y_El_De_Los_Enfermos
|
Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos
por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad
pero, a la larga, eso no tiene sentido
Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes
seguiremos unidos, hasta la muerte
separadamente unidos
Con los enfermos cabe una creciente complicidad
que en nada se parece a la amistad o el amor
(esas mitologías que dan sus últimos frutos a unos pasos del hacha)
Empezamos a enviar y recibir mensajes de nuestros verdaderos
conciudadanos
una palabra de aliento
un folleto sobre el cáncer
|
es
|
Cabral,Manuel_del
|
<XXI
|
Por_No_Tener_Memoria_Es_Que_Soy_Original
|
Por no tener memoria es que soy original.
Por no tener memoria es que soy creador
anterior a la forma y a los números.
Todo recuerdo es límite,
tiempo,
defunción.
Mi cuerpo es un ayer,
mi yo: mi siempre.
El olvido es mi soy, mi sí perpetuo.
Existo cuando no recuerdo.
La luz me piensa pero ella es tiempo,
ella no sacrifica su esplendor de forma.
Yo existo cuando no pienso.
Cada vez que recuerdo soy cadáver.
|
es
|
Girondo,Oliverio
|
<XXI
|
¿Me_Extravié_En_La_Fiebre?
|
¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?...
No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror, al delirio.
No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Me he perdido.
|
es
|
Guillén,Jorge
|
<XXI
|
Orilla_Vespertina
|
El mar en el sosiego de esta hora
De este retiro, casi una ensenada,
Se vuelve lago, lago de crepúsculo 1
Donde no insisten nunca los instantes
Del apenas azul
Ya gris,
Un gris rosado que se vuelve rosa
Con indicios de malva,
Malva sobre el sosiego
Lentamente más gris, menos azul
De esta orilla marina,
O fluvial, o lacustre.
Barcas, y solitarias,
Y pocas. No las mece el oleaje.
Con indolencia de final de día
Recogen la difusa
Ya paz,
Una paz de abandono
Sobre el gris de lass aguas
Laxitud, que es ya tregua,
La dulce laxitud
Del día bien cumplido
Con sus rosas el mar
Aspira a perfección, espera el sueño.
|
es
|
Gelman,Juan
|
<XXI
|
Quisiera_Saber_Por_Qué
|
quisiera saber por qué
en medio del amor a veces oigo
cómo un cuervo le dice a un hombre que
quiere verlo por un asunto importante
el cuervo se llama Laghupatanaka y
en el libro primero del Panchatantra se cuenta
que puede hacer casamiento y amistad entre iguales
pero no entre la comida y quien se la come
un león se comió a Panini autor del cálculo diferencial
un elefante mató a Jaimini inventor del ciclotrón
un monstruo marino devoró a Pingala que conocía la electrónica
qué valen las virtudes para las bestias hambrientas
tampoco vale creer en las promesas
del enemigo, de la policía del gobierno del patrón
el rebaño sigue al elefante porque le tiene confianza
el león es el rey del bosque pero nadie lo corteja
tampoco sé por qué estas reflexiones
caen como la nieve en Charing Cross donde te amo
y me hundo en ti como en un río
de ambrosías y leche y miel y te amo
no sé qué pasará con mis despojos pero
ellos se irán fuertemente marcados por
los días que me amaste y
la tristeza de ciertos pensamientos
|
es
|
Flórez,Julio
|
<XXI
|
Tras_La_Lóbrega_Ventana
|
Tras la lóbrega ventana
de una choza, hay una anciana;
hila, hila,
y enturbiando
su pupila,
de sus lágrimas dos gotas
al salir de cuando en cuando,
y al brillar, fingen dos gruesas
perlas rotas.
Sus mejillas,
lacias, caen; se entrechocan
sus rodillas.
Viste luto,
y una huella casi extinta,
hay apenas de su pobre seño enjuto.
En su frente
dejó el tiempo despiadado
el ultraje
de su arado.
Y su boca,
ya marchita,
es un hueco de oraciones,
de oraciones que musita
ella, sola, en los rincones
de la estancia: ¡Pobrecita!
¿Qué se hicieron los encantos
de su cuerpo? ¿Qué las épocas felices...?
¡De sus manos solo quedan...
dos raíces!
El invierno, sobre el techo
de la choza, llueve, llueve,
llueve copos, grandes copos
de alba nieve.
Sopla el cierzo... y la cabeza,
de la triste anciana, eriza;
la cabeza, que parece
de ceniza.
Cruje el tuero;
de rescoldo hay un reguero
en el fúnebre recinto de la estancia,
y saturan los tizones
el ambiente... de una exótica fragancia.
Débil, mustia y aleada,
¿en qué sueña aquella triste
mujer sola?
¿En qué sueña? ¡En nada, en nada!
Sólo
advierte
que a sus plantas va formándose el vacío...
que siente todo el frío
espantoso de la muerte.
En el cielo
desolado, el ruido
de su vuelo
y el graznido
de su canto, deja oír en las tinieblas
un mochuelo.
Es de noche; no hay un astro.
Todo es sombra,
en el llano y en el bosque,
y en la vega que parece de alabastro.
A la puerta
ladra un gozque
¡El invierno, sobre el techo
de la choza, llueve, llueve,
llueve copos, grandes copos
de alba nieve!
|
es
|
Silva,José_Asunción
|
<XXI
|
La_Respuesta_De_La_Tierra
|
Era un poeta lírico, grandioso y sibilino
que le hablaba a la tierra una tarde de invierno,
frente a una posada y al volver de un camino:
—¡Oh madre, oh tierra! —díjole—, en tu girar eterno
nuestra existencia efímera tal parece que ignoras.
Nosotros esperamos un cielo o un infierno,
sufrimos o gozamos en nuestras breves horas,
e indiferente y muda tú, madre sin entrañas,
de acuerdo con los hombres no sufres y no lloras.
¿No sabes el secreto misterioso que entrañas?
¿Por qué las noches negras, las diáfanas auroras?
Las sombras vagarosas y tenues de unas cañas
que se reflejan lívidas en los estanques yertos,
¿no son como conciencias fantásticas y extrañas
que les copian sus vidas en espejos inciertos?
¿Qué somos? ¿A do vamos? ¿Por qué hasta aquí vinimos?
¿Conocen los secretos del más allá los muertos?
¿Por qué la vida inútil y triste recibimos?
¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos?
¿Por qué nacemos, madre, dime, por qué morimos?
¿Por qué? —Mi angustia sacia y a mi ansiedad contesta.
Yo, sacerdote tuyo, arrodillado y trémulo,
en estas soledades aguardo la respuesta.
La tierra, como siempre, displicente y callada,
al gran poeta lírico no le contestó nada.
La tierra, como siempre, displicente y callada,
al gran poeta lírico no le contestó nada.
|
es
|
Domenchina,Juan_José
|
<XXI
|
Hastío_-Pajarraco
|
Hastío —pajarraco
de mis horas—. ¡Hastío!
Te ofrendo mi futuro.
A trueque de los ocios
turbios que me regalas,
mi porvenir es tuyo.
No aguzaré las ramas
de mi intelecto, grave.
No forzaré mis músculos.
¡Como un dios, a la sombra
de mis actos —en germen,
sin realidad—, desnudo!
¡Como un dios —indolencia
comprensiva—, en la cumbre
rosada de mi orgullo!
¡Como un dios, solo y triste!
¡Como un dios, triste y solo!
¡Como un dios, solo y único!
|
es
|
Benítez_Reyes,Felipe
|
<XXI
|
Valor_Del_Pasado
|
Hay algo de inexacto en los recuerdos:
una línea difusa que es de sombra,
de error favorecido.
Y si la vida
en algo está cifrada,
es en esos recuerdos
precisamente desvaídos,
quizás remodelados por el tiempo
con un arte que implica ficción, pues verdadera
no puede ser la vida recordada.
Y sin embargo
a ese engaño debemos lo que al fin
será la vida cierta, y a ese engaño
debemos ya lo mismo que a la vida.
Y sin embargo
a ese engaño debemos lo que al fin
será la vida cierta, y a ese engaño
debemos ya lo mismo que a la vida.
|
es
|
Corcoba,Víctor
|
XXI
|
Navegando_Por_El_Mar
|
Me gusta ver el mar,
y perderme en sus bamboleos,
cuando alza su concierto
de sílabas al cielo
y sus alas me acarician los labios
amortajados de tristeza
por las rudas resacas de la vida.
Pláceme beber el salado aroma
al son del viento
y enviarle versos de paz
al fiero mundo, al furioso león.
Versos que brotan del alma.
Del alma de la soledad inmensa.
De las inmensas músicas sonoras.
De los ojos de la luna de conchas llena.
Envuelve al mundo en la poesía,
—le digo al mar—, combate la soberbia,
que la tierra se estremezca
en la nada, en tu lanza de azotes.
Que tras habitar en la poesía
de estrellas y luceros
el odio espanta y el león se doma.
Inquieto el mar, proclama
la grandeza de sus azules transparentes,
mientras sobre la arena
surge el desconsuelo en el poeta.
Una lección última nos ha traído
la bravura del mar: cadáveres.
Y por darle venganza le recrimino,
le doy la espalda y vuelvo a tierra.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
Pláceme beber el salado aroma
al son del viento
y enviarle versos de paz
al fiero mundo, al furioso león.
Versos que brotan del alma.
Del alma de la soledad inmensa.
De las inmensas músicas sonoras.
De los ojos de la luna de conchas llena.
Envuelve al mundo en la poesía,
—le digo al mar—, combate la soberbia,
que la tierra se estremezca
en la nada, en tu lanza de azotes.
Que tras habitar en la poesía
de estrellas y luceros
el odio espanta y el león se doma.
Inquieto el mar, proclama
la grandeza de sus azules transparentes,
mientras sobre la arena
surge el desconsuelo en el poeta.
Una lección última nos ha traído
la bravura del mar: cadáveres.
Y por darle venganza le recrimino,
le doy la espalda y vuelvo a tierra.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
Versos que brotan del alma.
Del alma de la soledad inmensa.
De las inmensas músicas sonoras.
De los ojos de la luna de conchas llena.
Envuelve al mundo en la poesía,
—le digo al mar—, combate la soberbia,
que la tierra se estremezca
en la nada, en tu lanza de azotes.
Que tras habitar en la poesía
de estrellas y luceros
el odio espanta y el león se doma.
Inquieto el mar, proclama
la grandeza de sus azules transparentes,
mientras sobre la arena
surge el desconsuelo en el poeta.
Una lección última nos ha traído
la bravura del mar: cadáveres.
Y por darle venganza le recrimino,
le doy la espalda y vuelvo a tierra.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
Envuelve al mundo en la poesía,
—le digo al mar—, combate la soberbia,
que la tierra se estremezca
en la nada, en tu lanza de azotes.
Que tras habitar en la poesía
de estrellas y luceros
el odio espanta y el león se doma.
Inquieto el mar, proclama
la grandeza de sus azules transparentes,
mientras sobre la arena
surge el desconsuelo en el poeta.
Una lección última nos ha traído
la bravura del mar: cadáveres.
Y por darle venganza le recrimino,
le doy la espalda y vuelvo a tierra.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
Que tras habitar en la poesía
de estrellas y luceros
el odio espanta y el león se doma.
Inquieto el mar, proclama
la grandeza de sus azules transparentes,
mientras sobre la arena
surge el desconsuelo en el poeta.
Una lección última nos ha traído
la bravura del mar: cadáveres.
Y por darle venganza le recrimino,
le doy la espalda y vuelvo a tierra.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
Inquieto el mar, proclama
la grandeza de sus azules transparentes,
mientras sobre la arena
surge el desconsuelo en el poeta.
Una lección última nos ha traído
la bravura del mar: cadáveres.
Y por darle venganza le recrimino,
le doy la espalda y vuelvo a tierra.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
Una lección última nos ha traído
la bravura del mar: cadáveres.
Y por darle venganza le recrimino,
le doy la espalda y vuelvo a tierra.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
Una tierra que ve pasar la muerte
y no hace nada por abrir los brazos,
desde un rascacielos de vicios y vacíos.
|
es
|
Fuertes,Gloria
|
<XXI
|
Yo_Tengo_Esperanza
|
Yo tengo esperanza.
El perro tiene hambre.
El banco del jardín respira mal.
La niña se peina.
La vaca se lame.
Las cosas me miran
y es peor si me hablan.
En el suburbio hay flores maleantes,
las macetas son botes,
los hombres son tigres,
los niños son viejos,
los gatos se comen,
las mondas también.
Los huérfanos huelen a madre,
los pobres a humo,
los ricos a brea.
|
es
|
Quevedo,Francisco
|
<XXI
|
Peligros_De_Hablar_Y_De_Callar,_Y_Lenguaje_En_El_Silencio
|
¿Cómo es tan largo en mí dolor tan fuerte,
Lisis? Si hablo y digo el mal que siento,
¿Qué disculpa tendrá mi atrevimiento?
Si callo, ¿quién podrá excusar mi muerte?
Pues ¿cómo sin hablarte podrá verte
Mi vista y mi semblante macilento?
Voz tiene en el silencio el sentimiento:
Mucho dicen las lágrimas que vierte.
Bien entiende la llama quien la enciende,
Y quien los causa entiende los enojos,
Y quien manda silencios, los entiende.
Suspiros, del dolor mudos despojos,
También la Boca a razonar aprende,
Como con llanto, y sin hablar, los ojos.
Pues ¿cómo sin hablarte podrá verte
Mi vista y mi semblante macilento?
Voz tiene en el silencio el sentimiento:
Mucho dicen las lágrimas que vierte.
Bien entiende la llama quien la enciende,
Y quien los causa entiende los enojos,
Y quien manda silencios, los entiende.
Suspiros, del dolor mudos despojos,
También la Boca a razonar aprende,
Como con llanto, y sin hablar, los ojos.
Bien entiende la llama quien la enciende,
Y quien los causa entiende los enojos,
Y quien manda silencios, los entiende.
Suspiros, del dolor mudos despojos,
También la Boca a razonar aprende,
Como con llanto, y sin hablar, los ojos.
Suspiros, del dolor mudos despojos,
También la Boca a razonar aprende,
Como con llanto, y sin hablar, los ojos.
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es
|
Camões,Luís_de
|
<XXI
|
Soneto_Xcii
|
Mudan los tiempos y las voluntades;
se muda el ser, se muda la confianza;
el mundo se compone de mudanza
tomando siempre nuevas calidades.
De continuo miramos novedades
diferentes en todo a la esperanza;
del mal queda la pena en la membranza;
y del bien, si hubo alguno, las saudades.
Torna el tiempo a cubrir con verde manto
el valle en que la nieve relucía:
igual en mí se torna lloro el canto.
Y, salvo este mudar de cada día,
mudanza, hay otra de mayor espanto:
que no se muda ya como solía.
|
es
|
Flórez,Julio
|
<XXI
|
Dormía._De_La_Crisis_En_Acecho
|
Dormía. De la crisis en acecho,
mudo la contemplaba, de hito en hito,
como un nenúfar pálido, marchito,
en un estanque albísimo: su lecho.
De pronto, l'ancha curva de su pecho
se dilató, cual si de vida un grito
fuese a lanzar... y atónito y contrito,
rodé a sus pies, en lágrimas deshecho.
Después, incorporándome y gimiendo,
—¿Sufres?— le pregunté —¡pobre alma mía!—
—Habla, que más que tú... me estoy muriendo.
¡Ni un estremecimiento de agonía...
Ni un suspiro, ni un ay siguió durmiendo,
siguió durmiendo... y duerme todavía!
|
es
|
Borges,Jorge_Luis
|
<XXI
|
Un_Soldado_De_Lee_(1862)
|
Lo ha alcanzado una bala en la ribera
de una clara corriente cuyo nombre
ignora. Cae de boca. (Es verdadera
la historia y más de un hombre fue aquel hombre).
El aire de oro mueve las ociosas
hojas de los pinares. La paciente
hormiga escala el rostro indiferente.
Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas
y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.
El aire de oro mueve las ociosas
hojas de los pinares. La paciente
hormiga escala el rostro indiferente.
Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas
y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.
y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.
|
es
|
Casal,Julián_del
|
<XXI
|
No_Fuiste_Una_Mujer,_Sino_Una_Santa
|
No fuiste una mujer, sino una santa
Que murió de dar vida a un desdichado,
Pues salí de tu seno delicado
Como sale una espina de una planta.
Hoy que tu dulce imagen se levanta
Del fondo de mi lóbrego pasado,
El llanto está a mis ojos asomado,
Los sollozos comprimen mi garganta
Y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
Sin ofrecerme bienhechor arrimo,
Como quiera que estés siempre te adoro,
Porque me dice el corazón que has muerto
Por no oírme gemir, como ahora gimo,
Por no verme llorar, como ahora lloro.
Hoy que tu dulce imagen se levanta
Del fondo de mi lóbrego pasado,
El llanto está a mis ojos asomado,
Los sollozos comprimen mi garganta
Y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
Sin ofrecerme bienhechor arrimo,
Como quiera que estés siempre te adoro,
Porque me dice el corazón que has muerto
Por no oírme gemir, como ahora gimo,
Por no verme llorar, como ahora lloro.
Y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
Sin ofrecerme bienhechor arrimo,
Como quiera que estés siempre te adoro,
Porque me dice el corazón que has muerto
Por no oírme gemir, como ahora gimo,
Por no verme llorar, como ahora lloro.
Porque me dice el corazón que has muerto
Por no oírme gemir, como ahora gimo,
Por no verme llorar, como ahora lloro.
|
es
|
Lugones,Leopoldo
|
<XXI
|
Nieve_Florida
|
Nevó y sobre la tierra descendió blandamente,
Cuajando en la nevada su luz el cielo en flor.
Así, cuando la noche palideció al Oriente,
Todo era sombra, arriba, y abajo, todo albor.
Albor de blandas felpas y de argentinos tules
Que a la noche tendieran un lecho de jazmín,
Donde ella dejó al irse largas sombras azules,
Y un nimbo de grande ángel, más azul, al confin.
Frescor de madreselva tenía el aire leve.
Abría sendas místicas la blanca soledad.
Y en la inmensa azucena lánguida de la nieve,
Se inclinaba el silencio desde la eternidad.
|
es
|
Machado,Antonio
|
<XXI
|
Siembra_La_Malva
|
Siembra la malva:
pero no la comas,
dijo Pitágoras.
Responde al hachazo
—ha dicho el Buda ¡y el Cristo!—
con tu aroma, como el sándalo.
Bueno es recordar
las palabras viejas
que han de volver a sonar.
|
es
|
Flórez,Julio
|
<XXI
|
No,_Retira_Esa_Droga,_Que_No_Luche
|
No, retira esa droga, que no luche
por más tiempo del doctor...
¡Es muy tenaz!
Ven, que el latido de tu pecho escuche.
¡Ven, acércate más!
Dime, ¿quieres curarme? ¿Sí? Pues eso
fácil es y un remedio hay eficaz:
¡pon tu boca en mi boca y dame un beso
que no acabe jamás!
|
es
|
Carriego,Evaristo
|
<XXI
|
El_Guapo
|
El barrio le admira. Cultor del coraje,
conquistó, a la larga, renombre de osado,
se impuso en cien riñas entre el compadraje
y de las prisiones salió consagrado.
Conoce sus triunfos y ni aún le inquieta
la gloria de otros, de muchos temida,
pues todo el Palermo de acción le respeta
y acata su fama, jamás desmentida.
Le cruzan el rostro, de estigmas violentos,
hondas cicatrices, y quizás le halaga
llevar imborrables adornos sangrientos:
caprichos de hembra que tuvo la daga.
La esquina o el patio, de alegres reuniones,
le oye contar hechos, que nadie le niega:
¡Con una guitarra de altivas canciones
él es Juan Moreira, y él es Santos Vega!
Con ese sombrero que inclinó a los ojos,
¡Con una guitarra de altivas canciones
cantando aventuras, de relatos rojos,
parece un poeta que fuese bandido!
Las mozas más lindas del baile orillero
para él no se muestran esquivas y hurañas,
tal vez orgullosas de ese compañero
que tiene aureolas de amores y hazañas.
Nada se le importa de la envidia ajena,
ni que el rival pueda tenderle algún lazo:
no es un enemigo que valga la pena
pues ya una vez lo hizo caer de un hachazo.
Gente de avería, que guardan crueles
brutales recuerdos en los costurones
que dejara el tajo, sumisos y fieles
le siguen y adulan imberbes matones.
Aunque le ocasiona muchos malos ratos,
en las elecciones es un caudillejo
que por el buen nombre de los candidatos
en los peores trances expone el pellejo
Pronto a la pelea pasión del cuchillo
que ilustra las manos por él mutiladas,
su pieza, amenaza de algún conventillo,
es una academia de ágiles visteadas.
Porque en sus impulsos de alma pendenciera
desprecia el peligro sereno y bizarro,
¡Para él la vida no vale siquiera
la sola pitada de un triste cigarro!
Y allá va pasando con aire altanero,
luciendo las prendas de su gallardía,
procaz e insolente como un mosquetero
que tiene en su guardia la chusma bravía.
|
es
|
Cisneros_Flores,Marcela
|
XXI
|
Hubiera_Querido
|
Hubiera querido..
nunca haber visto a la avecilla..
la escuchaba con deleite!
la miraba con infinito amor y envidia!
admiraba su libertad, gallardia y hermosura!
y... desde luego
pensaba que algo malo debía pasarme!
porque....
quería atrapar a mi avecilla!
y cuando ella esquiva volaba...
el dolor me atenazaba!
el avecilla, no era culpable de nada!
era culpable solo de vivir!
pero cuando el avecilla se fue
sentí una lágrima en mis ojos
y entonces mentí!
mentí que tenía polvo en mis ojos!
|
es
|
Meléndez_Valdés,Juan
|
<XXI
|
Del_Vino_Y_El_Amor
|
Con una dulce copa
Despierta mi cariño,
Si de amor en los fuegos
Dorila me ve tibio.
Y si yo desdeñosa,
O cobarde la miro,
Al punto sus temores
Adormezco entre vino.
Cuyo ardor delicioso
Por los dos difundido,
A Dorila más tierna,
Y a mí vuelve más fino.
Y en sabrosos debates
Entre risas y mimos
Todo es brindis alegres,
Todo blandos suspiros.
Sabed pues amadores,
Que Lieo y Cupido
Hermanados se prestan
Sus llamas y delirios:
Porque el Málaga dome
Tras el ruego benigno
A la bella, que indócil
Se esquivare de oíros.
|
es
|
Neruda,Pablo
|
<XXI
|
Sed_De_Ti_Que_Me_Acosa_En_Las_Noches_Hambrientas
|
Sed de ti que me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta su vida se alza.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas.
Hacia dónde, en las tardes que no vayan tus ojos
en viaje hacia mis ojos, esperándote entonces.
Estás llena de todas las sombras que me acechan.
Me sigues como siguen los astros a la noche.
Mi madre me dio lleno de preguntas agudas.
Tú las contestas todas. Eres llena de voces.
Ancla blanca que cae sobre el mar que cruzamos.
Surco para la turbia semilla de mi nombre.
Que haya una tierra mía que no cubra tu huella.
Sin tus ojos viajeros, en la noche, hacia dónde.
Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.
Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.
Sed de ti, sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.
La boca tiene sed, para qué están tus besos.
El alma está incendiada de estas brasas que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.
De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.
Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.
|
es
|
Ibarbourou,Juana_de
|
<XXI
|
La_Tarde
|
He bebido del chorro cándido de la fuente.
Traigo los labios frescos y la cara mojada.
Mi boca hoy tiene toda la estupenda dulzura
de una rosa jugosa, nueva y recién cortada.
El cielo ostenta una limpidez de diamante.
Estoy ebria de tarde, de viento y primavera.
¿No sientes en mis trenzas olor a trigo ondeante?
¿No me hallas hoy flexible como una enredadera?
Elástica de gozo como un gamo he corrido
por todos los ceñudos senderos de la sierra.
Y el galgo cazador que es mi guía, rendido,
se ha acostado a mis pies, largo a largo, en la tierra.
¡Ah, qué inmensa fatiga me derriba en la grama
y abate en tus rodillas mi cabeza morena,
mientras que de una iglesia campesina y lejana
nos llega un lento y grave llamado de novena!
|
es
|
Hierro,José
|
<XXI
|
Historia_Para_Muchachos
|
Dicen: «Este señor
habla tan sólo de sí mismo.
Pasa —dicen— cegado,
sin ver lo que sucede alrededor.
Va por el mundo como un barco viejo
,
ese señor
Bueno para cortar
con un hacha, y quemarlo, y calentarnos
si es capaz de calor
ese señor que hablaba de su vida
y nada más
Ese señor
», han dicho.
Probablemente era ya viejo
cuando nací, cerca de un río.
Aunque yo no me acuerdo de ese río.
sino del mar bajo el sol de septiembre.
Sería complicado explicar las razones
por las que yo me hallaba allí
entre las olas y los estudiantes,
estrujando el momento
como quien quiere anclarse
a un trozo hermoso de la realidad.
Un sueño de oro entre las dos sirenas
que interrumpían el trabajo.
Era algo así como nostalgia
lo que me hacía estar allí
hasta mi encuentro con la máquina.
Ese señor que pasa por la vida
metido dentro de sí mismo,
entonces
era cilindrador. ¿Sabéis qué es eso,
vosotros que le habláis a este señor
de realidades? Es posible que haya
entre los libros de la biblioteca
de vuestros padres, uno que os aclare
ciertas palabras; apuntad: palero
moldeador, listero en unas obras,
transportista de leña a domicilio,
comisionista para la venta a plazos
de libros, negro de escritor
Acaso
alguno de los libros que tenéis
en vuestra casa me haya a mí dejado
un porcentaje (un diez por ciento, creo).
No son éstas las únicas palabras.
Hay otras. Por ejemplo: Condenados
por auxilio a la rebelión.
(Creo que ese era el término jurídico).
Auxilio o adhesión: no estoy seguro.
O uno le fue aplicado
a mi padre, y el otro a mí.
No estoy seguro. Ya ha pasado el tiempo
y él ha muerto. Y han muerto muchas gentes
que estuvieron en una situación
semejante o peor. Y los demás
envejecimos. No hemos muerto,
afortunadamente.
Este señor
oyó una vez llorar a un niño
en el momento de la elevación
en una misa. (Necesitaría
demasiadas palabras
para que comprendierais por qué un hecho
tan aparentemente natural
me parecía irreal entonces, y ahora.
¿Cómo hacerlo sentir?
En cuatro años
no había oído voz de niño.
La de mujer, al otro lado,
desgarrada, voz casi masculina
por el esfuerzo para destacarse
del griterío. No podría
explicarlo. No es cosa de palabras
como estas mías. Solo un gran poeta
podría contagiarnos la emoción:
mis palabras no bastan). Lloró el niño.
Por las triples vidrieras entró el sol.
El corazón estaba
a punto de romperse hermosamente.
Después, fue un hombre muerto,
y otro hombre, muchos más
He perdido la cuenta.
En los balcones los dejaban
por la noche, delante de la fuente
de aquel patio interior. Muertos calzados
con alpargatas nuevas, su sudario.
Amanecía y se les despedía
cantando el Dies irae
(ya no recuerdo si el de Verdi,
o es muy probable que el de Mozart).
Este señor apetecía ser
el Desdichado de la tierra,
el más miserable que nadie,
el más solitario que todos.
No se tenía lástima a sí mismo
y solo así sería libre,
sin nadie a quien compadecer
Y un día volvió al mar. Fueron las olas
a lamerle las manos. «Aquí estás
—le dijeron—de nuevo—» Desplegaron
sus colores, olores y sonidos.
Pusieron en sus manos pan de amor.
Las gaviotas bajaron a picarlo.
pero las alas eran alpargatas
en los pies de los muertos. Y la música
del mar era el Dies irae
Sólo un día,
un momento, tendido—la cabeza
junto a un tronco rugoso de sabina—,
olvidó. Fue un momento. Eternidad
que le duró un momento. Se creía
tierra de paz. Y el árbol le nacía
de la frente, y las nubes
(¿Quién no ha visto,
quién no ha vivido nubes, árbol, mar?
Será mejor cambiar de tema,
dejar de hablar, aunque necesitaba
deciros esto. La palabra
es de piedra, impermeable a la emoción
lo vuelvo a recordar).
Lo del mar duró muy poco.
Todo duraba cada vez más poco.
Era lo mismo que un pantano.
Yo me hundía en el fango.
Y cada vez era mi cuerpo
menos libre. Gritaba, respiraba,
enloquecía, enloquecía, enloquecía.
Convocaba mi muerte
a aquellas gentes que yo vi morir.
Y yo escondía la cabeza
para no verlos, y que me dejaran
vivir, morir a gusto.
Y yo escondía la cabeza
bajo un acordeón. Yo le arrancaba
sonidos—lo recuerdo—, y las mujeres
bailaban , y Madama Leontine,
gorda y espiritual, recomendaba
silencio, por si acaso la multaba
la policía
Ya ha pasado el tiempo
sobre todos nosotros.
Muchos se han liberado ya del tiempo.
Nuestros pequeños heroísmos
adquirieron su dimensión
verdadera. Aquel verdor de luna
de febrero, con nieve, entre vagones,
no es más que una viñeta. Aquella luna
de agosto, sobre el mar y las montañas,
se ha apagado. Es vulgar. Y tantas cosas
que fueron mías, nunca vuestras,
y hoy ni siquiera son ya mías.
Recorrí mi camino repicando
las sonoras campanas, encendiendo
las estrellas —creía en las campanas
y en las estrellas—
Todo fue rompiéndome
el corazón. Y me encontré de pronto
Nel mezzo del camin di nostra vita
(hago la cita para que digáis
que en esta historia existe, por lo menos,
un verso bueno: justo el que no es mío).
Ya no me importan nada
Mis versos ni mi vida.
Lo mismo exactamente que a vosotros.
Versos míos y vida mía, muertos
para vosotros y para mí.
Pero en vosotros, por lo menos, queda
vuestra vida, y en mí sólo momentos
inasibles, recuerdos o proyectos,
Alguna imagen descuajada
de mis años pasados o futuros.
Como ésta que me asalta en el instante
En que estoy escribiendo: un hombre esbelto,
con su cadena de oro en el chaleco.
Habla con alguien. Detrás de él, un fondo
de grúas en el puerto. Y hay un niño
que soy yo. Él es mi padre.
«El niño tiene cuatro años»,
acaba de decir.
|
es
|
Fernández_de_Moratín,Leandro
|
<XXI
|
Esta_Corona,_Adorno_De_Mi_Frente
|
Esta corona, adorno de mi frente,
esta sonante lira y flautas de oro
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, y el canto acabe,
que fuera osado intento repetirle.
He visto ya cómo la edad ligera,
apresurando a no volver las horas,
robó con ellas su vigor al numen.
Sé que negáis vuestro favor divino
a la cansada senectud, y en vano
huera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo habitadoras,
no me neguéis que os agradezca humilde
los bienes que os debí. Si pude un día,
no indigno sucesor de nombre ilustre,
dilatarle famoso; a vos fue dado
llevar al fin mi atrevimiento. Sólo
pudo bastar vuestro amoroso anhelo
a prestarme constancia en los afanes
que turbaron mi paz, cuando insolente,
vano saber, enconos y venganzas,
codicia y ambición la patria mía
abandonaron a civil discordia.
Yo vi del polvo levantarse audaces
a dominar y perecer tiranos,
atropellarse efímeras las leyes,
y llamarse virtudes los delitos.
Vi las fraternas armas nuestros muros
bañar en sangre nuestra, combatirse,
vencido y vencedor, hijos de España,
y el trono desplomándose al vendido
ímpetu popular. De las arenas
que el mar sacude en la fenicia Gades,
a las que el Tajo lusitano envuelve
en oro y conchas, uno y otro imperio,
iras, desorden esparciendo y luto,
comunicarse el funeral estrago.
Así cuando en Sicilia el Etna ronco
revienta incendios, su bifronte cima
cubre el Vesubio en humo denso y llamas,
turba el Averno sus calladas ondas;
y allá del Tibre en la ribera etrusca
se estremece la cúpula soberbia,
que da sepulcro al sucesor de Cristo.*
¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro?
¿Quién dar al verso acordes armonías,
oyendo resonar grito de muerte?
Tronó la tempestad: bramó iracundo
el huracán, y arrebató a los campos
sus frutos, su matiz; la rica pompa
destrozó de los árboles sombríos;
todas huyeron tímidas las aves
del blando nido, en el espanto mudas:
no más trinos de amor. Así agitaron
los tardos años mi existencia, y pudo
solo en región extraña el oprimido
ánimo hallar dulce descanso y vida.
Breve será, que ya la tumba aguarda
y sus mármoles abre a recibirme;
ya los voy a ocupar... Si no es eterno
el rigor de los hados, y reservan
a mi patria infeliz mayor ventura,
dénsela presto, y mi postrer suspiro
será por ella... Prevenid en tanto
flébiles tonos, enlazad coronas
de ciprés funeral, Musas celestes;
y donde a las del mar sus aguas mezcla
el Garona opulento, en silencioso
bosque de lauros y menudos mirtos,
ocultad entre flores mis cenizas.
|
es
|
Pombo,Rafael
|
<XXI
|
Por_Atisbar_A_Un_Gato_En_Cacería
|
Por atisbar a un gato en cacería
Desertó el perro de su puesto un día,
Sirvió de estorbo al miz y a los ratones,
Y dejó en tanto entrar a los ladrones,
Los cuales al pillarlo distraído,
Sin dejarle ocasión para un ladrido,
Matáronle por táctica prudente
Y robaron la casa holgadamente.
El dicho perro (aunque decirlo es mengua)
Debió ser de mi tierra o de mi lengua,
Pues sólo en Sudamérica y España
Pudo aprender nuestra maldita maña
De vivir cada cual la vida ajena
Y no la suya propia, aunque sea buena,
Y aunque la de otros detestable sea,
Que antes le importa más cuando es más fea.
La sociedad es excelente cosa.
Mas carga cierta costra pegajosa.
Cierta excrecencia o sociedad sin ese
Que no hay donde no husmee y se atraviese,
Y que usurpando a la primera el nombre
Hace la asociación de hombre con hombre
Un cambio de petardos y de vicios;
Y no de fruiciones y servicios;
Esta avalúa el tiempo tan barato
Que no vive sinó matando el rato,
Y no quiere tener otro negocio
Que descargar su aburrimiento y su ocio
Sobre el triste vecino o no vecino
Que busca ad hoc, o encuentra en su camino.
Una máquina en donde, cada pieza,
Abandona su oficio por pereza
Y aplícase activísima, aún sin paga,
A hacer el de otro o impedir que lo haga;
La susodicha máquina, es patente
Que no andará jamás corrientemente
Y que nada a tal caos sobrevive,
Nuestras acomedidas inclusive.
La Troya desde luego es más violenta
Si hay una pieza reina o presidenta,
Y todas las demás y cada una
Con oficiosidad más que importuna
Propónense aliviarla del trabajo
Revolviendo el total de arriba abajo.
Mucho de libertad e independencia
Hablamos por acá, pero, en conciencia,
¿Habrá yugo peor que la anarquía
Y el ocio y la espiona habladuría
Que nace del, —y el cínico barreno
De ese corso del bien y el tiempo ajeno?
¡Por Dios! que viva cada cual su vida
Y haga su oficio y gane su comida,
Y así no habrá ocasión ni tentaciones
Para que copen fondo los ladrones.
sociedad
ese
matando el rato,
ad hoc
|
es
|
Ramos_Sucre,José_Antonio
|
<XXI
|
Yo_Había_Escapado_A_La_Saña_De_Mi_Enemigos,_Retirándome_Dentro_Del_País
|
Yo había escapado a la saña de mi
enemigos, retirándome dentro del país, al pie de las
montañas, de donde bajan, en son de guerra, las tribus
homicidas. Había dejado la ciudad nativa y su alegre ensenada al
arbitrio de una facción vehemente.
Me había seguido la cautiva meditabunda, a
quien rescaté de los piratas, seducido por su belleza grave.
Sólo se animaba al recordar el suelo de su nacimiento, donde las
selvas de ébano prosperan cerca del océano infecundo.
Mis huéspedes temían haber ofendido a
su dios aborigen, arquero vengativo. Lo creían deseoso de
continuar entre los hiperbóreos, moradores, en casas de madera,
de un clima propicio, donde una luz vaga reposa los sentidos.
Autoritarios sacerdotes, negados al regalo, buscaban
reconciliarlo por medio de una ceremonia decisiva. Me impusieron la
separación de mi compañera y el sacrificio de su vida.
Partió de mí con adiós
interminable, despertador de la compasión.
Un galope solitario y el aire trémulo de
saetas invisibles anunciaban, al mediar la noche, el retorno del numen.
Me había seguido la cautiva meditabunda, a
quien rescaté de los piratas, seducido por su belleza grave.
Sólo se animaba al recordar el suelo de su nacimiento, donde las
selvas de ébano prosperan cerca del océano infecundo.
Mis huéspedes temían haber ofendido a
su dios aborigen, arquero vengativo. Lo creían deseoso de
continuar entre los hiperbóreos, moradores, en casas de madera,
de un clima propicio, donde una luz vaga reposa los sentidos.
Autoritarios sacerdotes, negados al regalo, buscaban
reconciliarlo por medio de una ceremonia decisiva. Me impusieron la
separación de mi compañera y el sacrificio de su vida.
Partió de mí con adiós
interminable, despertador de la compasión.
Un galope solitario y el aire trémulo de
saetas invisibles anunciaban, al mediar la noche, el retorno del numen.
Mis huéspedes temían haber ofendido a
su dios aborigen, arquero vengativo. Lo creían deseoso de
continuar entre los hiperbóreos, moradores, en casas de madera,
de un clima propicio, donde una luz vaga reposa los sentidos.
Autoritarios sacerdotes, negados al regalo, buscaban
reconciliarlo por medio de una ceremonia decisiva. Me impusieron la
separación de mi compañera y el sacrificio de su vida.
Partió de mí con adiós
interminable, despertador de la compasión.
Un galope solitario y el aire trémulo de
saetas invisibles anunciaban, al mediar la noche, el retorno del numen.
Autoritarios sacerdotes, negados al regalo, buscaban
reconciliarlo por medio de una ceremonia decisiva. Me impusieron la
separación de mi compañera y el sacrificio de su vida.
Partió de mí con adiós
interminable, despertador de la compasión.
Un galope solitario y el aire trémulo de
saetas invisibles anunciaban, al mediar la noche, el retorno del numen.
Partió de mí con adiós
interminable, despertador de la compasión.
Un galope solitario y el aire trémulo de
saetas invisibles anunciaban, al mediar la noche, el retorno del numen.
Un galope solitario y el aire trémulo de
saetas invisibles anunciaban, al mediar la noche, el retorno del numen.
|
es
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Góngora,Luis_de
|
<XXI
|
Tres_Veces_De_Aquilón_El_Soplo_Airado
|
Tres veces de Aquilón el soplo airado
Del verde honor privó las verdes plantas,
Y al animal de Colcos otras tantas
Ilustró Febo su vellón dorado,
Después que sigo (el pecho traspasado
De aguda flecha) con humildes plantas,
(¡Oh bella Clori!) tus pisadas sanctas
Por las floridas señas que da el prado.
A vista voy (tiñendo los alcores
En roja sangre) de tu dulce vuelo,
Que el cielo pinta de cient mil colores,
Tanto, que ya nos siguen los pastores
Por los extraños rastros que en el suelo
Dejamos, yo de sangre, tú de flores.
Después que sigo (el pecho traspasado
De aguda flecha) con humildes plantas,
(¡Oh bella Clori!) tus pisadas sanctas
Por las floridas señas que da el prado.
A vista voy (tiñendo los alcores
En roja sangre) de tu dulce vuelo,
Que el cielo pinta de cient mil colores,
Tanto, que ya nos siguen los pastores
Por los extraños rastros que en el suelo
Dejamos, yo de sangre, tú de flores.
A vista voy (tiñendo los alcores
En roja sangre) de tu dulce vuelo,
Que el cielo pinta de cient mil colores,
Tanto, que ya nos siguen los pastores
Por los extraños rastros que en el suelo
Dejamos, yo de sangre, tú de flores.
Tanto, que ya nos siguen los pastores
Por los extraños rastros que en el suelo
Dejamos, yo de sangre, tú de flores.
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es
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Álvarez-Hidalgo,Francisco
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XXI
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Te_Imaginé_Primero,_Llegó_Luego
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Te imaginé primero, llegó luego,
sobrenadando el campo, gentil brisa
con el campanilleo de tu risa;
después tu voz, mezcla de miel y ruego.
Y se fue evaporando mi sosiego...
Tan grácil te acercabas, tan de prisa,
que perdí claridad, te vi imprecisa,
y pensé con tu luz volverme ciego.
Y hoy no te veo, sin estar seguro
si es el mundo o soy yo quien está oscuro,
o si nunca en verdad viniste a mí.
Ni percibo tu piel, ni oigo tu acento,
ni advierto la caricia de tu aliento,
y no sé si te tuve o te perdí.
Y se fue evaporando mi sosiego...
Tan grácil te acercabas, tan de prisa,
que perdí claridad, te vi imprecisa,
y pensé con tu luz volverme ciego.
Y hoy no te veo, sin estar seguro
si es el mundo o soy yo quien está oscuro,
o si nunca en verdad viniste a mí.
Ni percibo tu piel, ni oigo tu acento,
ni advierto la caricia de tu aliento,
y no sé si te tuve o te perdí.
Y hoy no te veo, sin estar seguro
si es el mundo o soy yo quien está oscuro,
o si nunca en verdad viniste a mí.
Ni percibo tu piel, ni oigo tu acento,
ni advierto la caricia de tu aliento,
y no sé si te tuve o te perdí.
Ni percibo tu piel, ni oigo tu acento,
ni advierto la caricia de tu aliento,
y no sé si te tuve o te perdí.
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es
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Machado,Antonio
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<XXI
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¿No_Eres_Tú,_Mariposa
|
¿No eres tú, mariposa,
el alma de estas sierras solitarias,
de sus barrancos hondos,
y de sus cumbres agrias?
Para que tú nacieras,
con su varita mágica
a las tormentas de la piedra, un día,
mandó callar un hada,
y encadenó los montes
para que tú volaras.
Anaranjada y negra,
morenita y dorada,
mariposa montés, sobre el romero
plegadas las alillas o, voltarias,
jugando con el sol, o sobre un rayo
de sol crucificadas.
¡Mariposa montés y campesina,
mariposa serrana,
nadie ha pintado tu color; tú vives
tu color y tus alas
en el aire, en el sol, sobre el romero,
tan libre, tan salada!...
Que Juan Ramón Jiménez
pulse por ti su lira franciscana.
|
es
|
Diego,Eliseo
|
<XXI
|
Si_El_Viejo_Jack_Aún_Vive_Que_Perdone
|
Si el viejo Jack aún vive que perdone
ayer lo vi de nuevo hacer el malo
en la eterna película de siempre
tan malo como malo que da pena
pero en cambio tan joven que seguro
se marchó del estudio hace un instante
a tomarse su trago de costumbre
aunque ya a la verdad está qué añejo.
Si el viejo Jack aún vive, que perdone.
Tantas veces murió Jack de una bala
que por fin qué le importa que lo tumben
tumba que tumba Jack siempre tumbado
te da lo mismo más o menos tumba.
Pero no es cierto Jack el bar qué lejos
y a veces te tocaba una heroína
que ya perdió sus clientes con tu amigo
porque eras malo Jack malo de veras.
Si el viejo Jack aún vive, que perdone.
|
es
|
Rivera_Ortiz,Carlos
|
XXI
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Ni_Cole_Porter_Ni_Este_Poeta_Que_Ama_Bajo_Las_Almas_De_Los_Saxos
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Ni Cole Porter ni este poeta que ama bajo las almas de los saxos
Podrían saber que la noche y la lluvia hilan otro regreso
A la vicisitud de la nostalgia.
Por eso este volver a empezar huele a magnolias de aquel día
En que dios era el pétalo de cada hora nueva
Como si se iniciara el primer hombre
A la azul madredumbre de su propia niñez irrepetible.
Ni dios ni este poeta ni Cole Porter
Ni los saxos que gimen como un rumor de olas sin ribera
Pueden restituirme el polvo de aquel sueño.
Y ahora enmudezco y vengo de la espuma.
Y de las caracolas me enamoro.
|
es
|
García_Cabrera,Pedro
|
<XXI
|
La_Ley_Es_Para_Ti_El_Acantilado
|
La ley es para ti el acantilado.
El cálculo, la norma, el precipicio,
tu única armonía. Tu amor, amor
de ángulo y compás. Más allá de tu suerte
no es la isla. Ni un ventanal abierto.
Con tus libros al día. Sin un anti.
En tu geometría no hay dialéctica.
Sólo una arteria, una compacta masa.
Un principio, un axioma sin variantes.
Sólo tienes un nombre y una pauta.
|
es
|
Sabines,Jaime
|
<XXI
|
Igual_Que_La_Noche_De_La_Embriaguez
|
Igual que la noche de la embriaguez,
igual fue la vida.
¿Qué hice?, ¿qué tengo entre las manos?
Sólo desear, desear, desear,
ir detrás de los sueños
igual que un perro ciego ladrándole a los ruidos.
|
es
|
Machado,Antonio
|
<XXI
|
Poned_Atención
|
Poned atención:
un corazón solitario
no es un corazón.
|
es
|
Rasch_Isla,Miguel
|
<XXI
|
Tu_Blancura_De_Mármol_De_Carrara
|
Tu blancura de mármol de Carrara,
fulge bajo tu roja vestidura,
y me han hecho pensar traje y blancura,
en un clavel que a un lirio aprisionara.
Ante el ampo radioso de tu cara,
suele evocar mi mente la figura
de una límpida perla que fulgura
sobre un granate de belleza rara.
Tu cuerpo al ondular finge sangrienta
llamarada tenaz que, ávida, intenta
calcinar el plumón de tu cabello.
O hace pensar, si se levanta erguido,
en un gran cisne escultural, herido
por una mano bárbara en el cuello.
|
es
|
Aching_Samatelo,César
|
XXI
|
Anoche_Soñé_Que_No_Existía
|
Anoche soñé que no existía
y que en ese segundo todo fue perfecto;
ninguna lágrima en tu mejilla,
ningún relieve en tu ceño.
Te vi feliz, mujer,
cuando soñé que no existía.
vi que tu sonrisa se rompía
en un concierto de pétalos y manantiales,
toda ilusión... toda esperanza.
Casi pude respirar de tu calma,
casi pude escuchar la música
escondida en tu andar latino,
no había nube oscureciendo tus pasos
ni pasos perdiéndose en la mar
Te vi actuando por ti misma
mirando siempre hacia adelante
sin mantos de tristeza ni remordimiento,
sin mi pesimismo apedreando tu ventana.
toda fuerza ... toda aliento.
Anoche soñé que no existía...
y tuve ganas de estar muerto.
|
es
|
Gómez_Avellaneda,Gertrudis
|
<XXI
|
¡Árbol_Que_Amé!_Te_Reconozco:_En_Vano
|
¡Árbol que amé! Te reconozco: en vano
El ábrego cruel, el bóreas ronco,1
Con empeño tirano
Contra tu pompa y majestad conspiran,
Y en torno hacinan de tu mustio tronco
Tus hojas, ¡ay! que murmurando giran.
Te reconozco, sí; que tu mudanza
No es mayor, no, que la mudanza mía:
Marchita, cual tus ramas, mi esperanza;
Perdida, cual tus hojas mi alegría;
Más que te quiso en tu verdor florido,
Cuando, cual tú, lozano se sentía
Hora te quiere el corazón herido,
Contemplando tu duelo
Bajo ese opaco y macilento cielo.
¡Ay! que también sus bóvedas etéreas
A mudanza cruel condena el hado...
Hoy luce un sol nublado
Entre sombras aéreas,
Que dudoso color visten al día;
Y en el blando sosiego de la noche,
Bajo tu copa umbría,
En otro tiempo he visto placentera
Surcar la luna, en esmaltado coche,
El campo azul de la tranquila esfera.
Entre tus ramas trémulas, su rayo
Filtraba puro a iluminar mi frente;
Mientras que el aura del risueño Mayo,
En gratos sones de mi lira ardiente,
Rápida difundía
Un nombre dulce, de inefable encanto,
Que sorda murmuró la fuente fría,
Que el ave insomne repitió en su canto,
Y allá distante en el herboso hueco
De la gruta sombría,
Volvió a mi oído melodioso el eco.
¡Liras del corazón! ¡Voces internas!
¡Divinos ecos del celeste coro
En que glorias sin fin, dichas eternas
E inagotable amor, en arpas de oro
Cantan los serafines abrasados,
En alfombra de soles reclinados!
¡Oh, cómo entonces en el alma mía
Resonar os sentí! Del pecho hirviente,
Cual rápido torrente,
Brotaba sin cesar la poesía...
Y un grato juramento2
Que nunca el labio articular osaba,3
En alas del amor al firmamento
Desde el fogoso corazón volaba,
Allá en el infinito
Su inmenso porvenir buscando escrito.
¿Y de esta suerte pudo
Mentir el alma y engañar el cielo?
¿Una efímera flor, lujo del suelo,
Es de la dicha el triste simulacro,
Y en un alma inmortal el fuego sacro
Del sentimiento vívido y profundo,
Existe y muere sin dejar señales,
Cual árbol infecundo
O como planta en yermos arenales?...
¿Dó llevaron los vientos
Tantos de amor dulcísimos acentos,
Tantos delirios de esperanza bella?
Aquellas dulces horas
Que fueron ¡ay! cual deliciosas, breves,
¿Adónde huyeron sin dejar ni huella?...
Al sacudir sus alas bramadoras
Entre tus hojas leves,
¡Árbol querido! el aquilón sañudo
Que envuelto en nieblas por los aires zumba,
Cual tu tronco, desnudo
Dejó mi corazón, y mis amores
Con tus marchitas flores
Hundió a la par en ignorada tumba.
Igual hado nos cabe:
Por eso te amo y a buscarte vuelvo
Cuando te deja tu verdor suave;
Que pasajero fue, cual la esperanza
De mi ya mustio corazón. La suerte
De tu pompa fugaz también alcanza
A mis dichas mezquinas;
Y el astro sin calor, que alumbra inerte
Tus míseras ruinas,
La imagen es del pálido recuerdo
De aquel amor que para siempre pierdo.
Mas volverá, con Mayo,
La alegre primavera,
Y tu beldad primera
Tornará a darte el sol:
Sucederán las auras
A vientos bramadores,
Y a lívidos vapores
Las nubes de arrebol.
De la africana costa,
Do vaga peregrina,
Veloz la golondrina
Te volverá a buscar;
Que en tus pobladas ramas,
Bajo dosel florido,
Vendrá a labrar su nido,
Atravesando el mar.
Y en torno revolando
De tu frondosa copa,
Verás alegre tropa
De pajarillos mil...
Y con aromas puros,
Que al florecer exhalas,
Perfumarás las alas
Del céfiro gentil.
¿Por qué llorar tu suerte?
¿Por qué gemir tu duelo?
Que te marchite el hielo,
Te azote el aquilón...
Tus gérmenes de vida
No agotan sus rigores;
Cual tus perdidas flores
Las que recobras son.
De un verdor te desnudas,
Y otro verdor te cubre;
Lo que te quita Octubre,
Te restituye Abril.
Hoy eres a mis ojos
Vestigio abandonado,
Mañana honor del prado
Y orgullo del pensil.
¡Mas nunca reverdecen
Marchitas ilusiones!
¡No tienen estaciones
Los yermos del dolor!
¡A revivir ni un día
Ningún poder alcanza
De efímera esperanza,
La deshojada flor!
¿Qué sol habrá que venza
Al desengaño esquivo,
Y su calor nativo
A un alma yerta dé?
El fuego que a natura
De vida ardiente inflama,
¡No enciende, no, la llama
De la extinguida fe!
¡Sufre los aquilones,
Oh árbol afortunado,
Que a restaurarte tras su soplo helado
El dulce aliento del Favonio esperas!
Cuando esa, que depones,
Pompa gentil te restituya Mayo,
Y tus flores primeras
Broten del sol al fecundante rayo,
La triste lira mía
No templaré para cantar tu gloria,
Ni una insana memoria
Vendré a abrigar bajo tu copa umbría...
Mas pueda entonces, pueda,
Rica de aromas, de verdor y flores,
(¡Esta esperanza a mi dolor le queda!)
Sombra prestar a mi sepulcro frío...
Y cuando torne el aquilón impío
A marchitar tus plácidos colores,
Las ramas melancólicas inclina
Sobre mi humilde losa;
Y en hora silenciosa,
Cuando la noche lóbrega domina
Las lánguidas esferas,
Y esparce su narcótico beleño,
¡Que tus hojas postreras
Giren en torno, y a mi eterno sueño
Con lúgubre murmullo
Benignas den el postrimer arrullo!
|
es
|
Sabines,Jaime
|
<XXI
|
Tlaltelolco_68
|
Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal.
(Ciertamente, ya llegó a la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo menos del rencor.)
Tlaltelolco será mencionado en los años que vienen
como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea,
pero esto fue peor,
aquí han matado al pueblo;
no eran obreros parapetados en la huelga,
eran mujeres y niños, estudiantes,
jovencitos de quince años,
una muchacha que iba al cine,
una criatura en el vientre de su madre,
todos barridos, certeramente acribillados
por la metralla del Orden y Justicia Social.
A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados,
y el pueblo se aprestaba jubiloso
a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México.
|
es
|
Aridjis,Homero
|
<XXI
|
Esta_Llama_Que_Asciende
|
Esta llama que asciende
ni caliente ni fría
desde su copa vuelve a la tierra
su bendición de rayos
tal vez es un canto
o una letra visible
este árbol presente
con sus muchas vertientes hacia el cielo
espíritu del bosque
señor entre las flores
este hijo de la tierra y el agua
es el aire visible
y aun con sus ramas apuntando al suelo
asciende a lo sagrado
esta luz
este árbol
|
es
|
Neruda,Pablo
|
<XXI
|
Sufre_Más_El_Que_Espera_Siempre
|
Sufre más el que espera siempre
que aquel que nunca esperó a nadie?
Dónde termina el arco iris,
en tu alma o en el horizonte?
Tal vez una estrella invisible
será el cielo de los suicidas?
Dónde están las viñas de hierro
de donde cae el meteoro?
|
es
|
Silva-Rosas,Sonia
|
XXI
|
Eterno_Retorno
|
A esta hora
todos hemos envejecido lo suficiente
como para soportar
el eterno retorno de las cosas.
Los días caben perfectos
entre los dedos
y encuentro a Nietzsche crucificado
pregonando aún la muerte de Dios,
este Dios que se resiste
a nombrar el final de la historia.
A esta hora
todas las palabras se han dormido.
Algunas lo hacen ancladas
al rostro enjuto de los viejos,
otras, sin más ni más,
en los labios infantiles
que, entre abiertos,
buscaban descifrar algo nuevo.
A esta hora,
señores,
todos ignoramos que Dios nos señala,
nos amarra a la penumbra
y con su dedo índice
nos perfora para arrancar, una a una,
las hojas de ese gran árbol
que llevamos por dentro.
Para cuando termine
sólo de las ramas penderá el corazón
y las palabras asomarán entonces
entre los huecos,
los días lanzarán un último hilo
para tejer en la mano abierta
de quien los sostiene
algún atardecer que haga mutis
y guarde santo y seña
de lo sucedido
mientras tanto
envejecemos.
A esta hora
Nietzsche continúa pregonando
la muerte de Dios
y Dios ríe a carcajadas,
grita corte
y nos obliga a repetir la escena.
A esta hora
todas las palabras se han dormido.
Algunas lo hacen ancladas
al rostro enjuto de los viejos,
otras, sin más ni más,
en los labios infantiles
que, entre abiertos,
buscaban descifrar algo nuevo.
A esta hora,
señores,
todos ignoramos que Dios nos señala,
nos amarra a la penumbra
y con su dedo índice
nos perfora para arrancar, una a una,
las hojas de ese gran árbol
que llevamos por dentro.
Para cuando termine
sólo de las ramas penderá el corazón
y las palabras asomarán entonces
entre los huecos,
los días lanzarán un último hilo
para tejer en la mano abierta
de quien los sostiene
algún atardecer que haga mutis
y guarde santo y seña
de lo sucedido
mientras tanto
envejecemos.
A esta hora
Nietzsche continúa pregonando
la muerte de Dios
y Dios ríe a carcajadas,
grita corte
y nos obliga a repetir la escena.
A esta hora,
señores,
todos ignoramos que Dios nos señala,
nos amarra a la penumbra
y con su dedo índice
nos perfora para arrancar, una a una,
las hojas de ese gran árbol
que llevamos por dentro.
Para cuando termine
sólo de las ramas penderá el corazón
y las palabras asomarán entonces
entre los huecos,
los días lanzarán un último hilo
para tejer en la mano abierta
de quien los sostiene
algún atardecer que haga mutis
y guarde santo y seña
de lo sucedido
mientras tanto
envejecemos.
A esta hora
Nietzsche continúa pregonando
la muerte de Dios
y Dios ríe a carcajadas,
grita corte
y nos obliga a repetir la escena.
mientras tanto
envejecemos.
A esta hora
Nietzsche continúa pregonando
la muerte de Dios
y Dios ríe a carcajadas,
grita corte
y nos obliga a repetir la escena.
envejecemos.
A esta hora
Nietzsche continúa pregonando
la muerte de Dios
y Dios ríe a carcajadas,
grita corte
y nos obliga a repetir la escena.
A esta hora
Nietzsche continúa pregonando
la muerte de Dios
y Dios ríe a carcajadas,
grita corte
y nos obliga a repetir la escena.
|
es
|
Arciniegas,Ismael_Enrique
|
<XXI
|
¡Si_Atracción_De_Aventuras_Tus_Sueños_Arrebata
|
¡Si atracción de aventuras tus sueños arrebata,
Conquistador, sal pronto! ¿Quiere tu alma sedienta
La conquista, el peligro, la gloria o la tormenta?
¡Parte, para que sacies la ambición que te mata!
Verás surgir, radiante, del mar que la retrata,
A Cathay, donde el tumbo de las olas revienta,
y verás a Cipango, fabulosa, opulenta,
Levantar a los cielos sus torres de oro y plata.
Irás hermosas perlas hollando indiferente;
De marfil, de diamantes y de mirra, cargadas
Verás las carabelas sobre la mar rugiente;
y señor aclamado de Tierras y de Mares,
Los reyes que dominen las islas conquistadas
Besarán, humillados, el suelo que pisares...
|
es
|
Muñiz_Álvarez_del_Castillo,Benjamín
|
XXI
|
Para_Una_Gran_Persona
|
Gracias a ti he aprendido muchas cosas
Grandes enseñanzas me ha dejado tu amistad
En ti encontré una amistad incondicional
En tiempos difíciles fuiste mi fortaleza
Apoyarte en tus momentos de dolor ha sido un privilegio
Has sido más que una amiga
En una hermana te has convertido
Tu cariño y tus consejos me han ayudado a salir adelante
No hay persona a la que le tenga mayor confianza que a ti
Si por alguien he aprendido algo es por ti
Tu fortaleza es un ejemplo a seguir
Tu manera de ser tu mayor virtud
No sé como pasó pero entre nosotros creció una
gran amistad
Y aunque el destino nos pueda llevar por diferentes senderos
El cariño que por ti yo siento no se apagará por nada
Sé que aunque nos separemos, esta separación será
momentánea
Porque algún día, indudablemente, el destino se
encargará de reunirnos otra vez
Lo único que lamento es el tiempo perdido
Haber desperdiciado tantas oportunidades
Pero me voy tranquilo, sabiendo que en ti siempre voy a encontrar una
verdadera amiga
Por lo pronto no te olvides de lo más importante
No te olvides que te quiero con todo mi corazón
|
es
|
Caballero_Bonald,José_Manuel
|
<XXI
|
Ella_Vendía_Frutas,_Abalorios
|
Ella vendía frutas, abalorios,
flores de trapo en un bazar
de Esmirna, en el mercado de Sanlúcar,
en Basora, en Palermo, en Medellín.
Era la misma esclava manumisa,
eran los mismos desperdicios
amontonados en los intramuros
irreparables de la soledad.
La recuerdo entre brumas
suspensivas, rodeada de perros
y garrafas, un bulto aletargado
entre otros bultos igualmente inanes,
mientras caían como copos
las pedregosas horas del invierno.
Seguirá estando allí donde yo esté.
|
es
|
Peza,Juan_de_Dios
|
<XXI
|
Promesas_Vanas
|
Han pasado muchos años
Desde aquella dulce vez
En que trémulos y a solas
Juramos amor y fe.
Has faltado a tus promesas,
Y yo he faltado también;
Y tú dices: ¡al fin hombre!
Y yo digo: ¡al fin mujer!
Y ninguno es el culpable:
¡La humanidad así es!
Eras muy rubia y muy blanca
Tus labios manaban miel:
Yo era niño, con el alma
Sin engaño ni doblez.
Nos encontramos ¿te acuerdas?
Al fúlgido amanecer
De un domingo: tú rezabas,
Y yo rezaba también;
Estábamos en el templo;
Me miraste, te miré,
Y palidecí, y tu rostro
Cubrió mortal palidez;
Y ya ni oímos la misa,
Ni nos dejamos de ver.
Después... recuérdalo, niña
Recuérdalo, sí, después
Pudimos hablar a solas.
¿Qué dijimos? no lo sé;
Juramos constancia eterna,
Mutua dicha, mutuo bien,
Ser en dos cuerpos un alma,
En dos almas una fe,
Amarnos hasta la muerte,
Y tras la muerte también.
Has faltado a tus promesas;
A mis promesas falté;
A otro ser le diste el alma;
Yo le di el alma a otro ser;
Fuimos los dos inconstantes;
Me olvidaste, te olvidé;
Y tú dices «al fin hombre»,
Y yo digo «al fin mujer»,
Y ninguno es el culpable:
¡La humanidad asi es!
|
es
|
Rasch_Isla,Miguel
|
<XXI
|
El_Colibrí
|
Con ágil vuelo el colibrí desciende
a un granado que sangra bajo el día,
y en pos de la recóndita ambrosía
en la más roja flor el pico prende.
Como una joya que animara un duende
con soplo de invisible hechicería
reluce ante la flor y la desprende
y con ella en el aire se extasía.
Alzala ufano sobre el pico y luego
en los vaivenes de gracioso juego
se queda en plena luz como abstraído.
Y en la mañana fúlgida de oro
me parece, irisándose, un sonoro
rayo de sol que hubiese florecido.
|
es
|
Palés_Matos,Luis
|
<XXI
|
Dilema
|
Contigo estoy perdido, contigo estoy salvado.
Eres gozo y tormento, sentencia y redención.
Por ti desciendo al vórtice llameante del pecado,
por ti alcanzo la gracia divina del perdón.
Arcángel o demonio, me tienes condenado
a este vivir de muerte que arrastra el corazón.
Pasas —soplo del cielo— por mi amor angustiado,
y me quemas la sangre como una maldición.
Tu voluntad me ha hecho mendigo o potentado.
Júbilo y desaliento pones en mi canción.
Soy, en tus manos crueles, el burlador burlado,
y en el torvo dilema que afronta mi pasión,
te amo, con el más negro odio desesperado,
te odio, con las más clara y limpia adoración.
|
es
|
Ruoppolo,Pablo
|
XXI
|
Me_He_Despojado_De_Mí_Mismo
|
Me he despojado de mí mismo,
Del condicionamiento de mi existencia pasada.
He vuelto a nacer en blanco,
Sin prejuicios,
Sin ataduras,
Sin maletas
Sin opiniones,
Sin preferencias,
Sin cuerpo,
Sin pensamientos,
Solamente con sentimientos.
Me he liberado de todo
Para poder amarlo todo.
Y para poder amarlo todo,
Todo he tenido que perder.
|
es
|
Góngora,Luis_de
|
<XXI
|
Señora_Doña_Puente_Segoviana
|
Señora doña puente segoviana,
Cuyos ojos están llorando arena,
Si es por el río, muy enhorabuena,
Aunque estáis para viuda muy galana.
De estangurria murió. No hay castellana
Lavandera que no llore de pena,
Y fulano sotillo se condena
De olmos negros a loba luterana.
Bien es verdad que dicen los doctores
Que no es muerto, sino que del estío
Le causan parasismos los calores;
Que a los primeros del diciembre frío,
De sus mulas harán estos señores
Que los orines den salud al río.
De estangurria murió. No hay castellana
Lavandera que no llore de pena,
Y fulano sotillo se condena
De olmos negros a loba luterana.
Bien es verdad que dicen los doctores
Que no es muerto, sino que del estío
Le causan parasismos los calores;
Que a los primeros del diciembre frío,
De sus mulas harán estos señores
Que los orines den salud al río.
Bien es verdad que dicen los doctores
Que no es muerto, sino que del estío
Le causan parasismos los calores;
Que a los primeros del diciembre frío,
De sus mulas harán estos señores
Que los orines den salud al río.
Que a los primeros del diciembre frío,
De sus mulas harán estos señores
Que los orines den salud al río.
|
es
|
Neruda,Pablo
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<XXI
|
Me_Llamo_Pájaro_Pablo
|
Me llamo pájaro Pablo,
ave de una sola pluma,
volador de sombra clara
y de claridad confusa,
las alas no se me ven,
los oídos me retumban
cuando paso entre los árboles
o debajo de las tumbas
cual un funesto paraguas
o como espada desnuda,
estirado como un arco
o redondo como una uva,
vuelo y vuelo sin saber,
herido en la noche oscura,
quiénes me van a esperar,
quiénes no quieren mi canto,
quiénes me quieren morir,
quiénes no saben que llego
y no vendrán a vencerme,
a sangrarme, a retorcerme
o a besar mi traje roto
por el silbido del viento.
Por eso vuelvo y me voy,
vuelo y no vuelo pero canto:
soy el pájaro furioso
de la tempestad tranquila.
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es
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Figueroa,Francisco_de
|
<XXI
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Soneto_Lvi
|
Bien te miro correr, tiempo ligero,
Cual por mar llano despalmada nave.
Antes volar como saeta, o ave,
Que pasan sin dejar rastro, o sendero.
Yo dormido en mis daños persevero,
Tinto de manchas y de culpas grave;
Y siendo fuerza que me alivie y lave,
Llanto y dolor aguardo el día postrero:
Este no sé cuando verná; confío
Que ha de tardar; y es ya quizá llegado,
Y antes será pasado, que creído:
Señor, tu soplo aliente al albedrío:
Despierte al alma: al corazón manchado
Limpie; y ablande el pecho endurecido.
|
es
|
Gelman,Juan
|
<XXI
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Olores
|
Comemos y nos cuidamos. ¿Quién
nos cuida la desesperación? A veces
la voluntad se tierniza y piensa
este mundo como una
ilusión favorable. A condición
de que se queden los pies,
de que los buques no lastimen.
Ésta debe ser una tristeza urbana.
Los edificios no dialogan y
el cansancio silba. Niños
piden limosna y no huelen
a gardenia. Allí, secos.
|
es
|
Ibarbourou,Juana_de
|
<XXI
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Noche_De_Lluvia
|
Llueve... Espera, no duermas,
estáte atento a lo que dice el viento
y a lo que dice el agua que golpea
con sus dedos menudos en los vidrios.
Todo mi corazón se vuelve oídos
para escuchar a la hechizada hermana,
que ha dormido en el cielo,
que ha visto el sol de cerca,
y baja ahora elástica y alegre
de la mano del viento,
igual que una viajera
que torna a un país de maravilla.
¡Cómo estará de alegre el trigo ondeante!
¡Con qué avidez se esponjará la hierba!
¡Cuántos diamantes colgarán ahora
del ramaje profundo de los pinos!
Espera, no te duermas. Escuchemos
el ritmo de la lluvia.
Apoya entre mis senos
tu frente taciturna.
Yo sentiré el latir de tus dos sienes
palpitantes y tibias,
como si fueran dos martillos vivos
que golpearan mi carne.
Espera, no te duermas. Esta noche
somos los dos un mundo,
aislado por el viento y por la lluvia
entre la cuenca tibia de una alcoba.
Espera, no te duermas. Esta noche
somos acaso la raíz suprema
de donde debe germinar mañana
el tronco bello de una raza nueva
|
es
|
Aleixandre,Vicente
|
<XXI
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Sobre_Esa_Arena_Yace_Todavía._Es_La_Playa_De_Benalmádena
|
Sobre esa arena yace todavía. Es la playa de Benalmádena.
Allí Torrequebrada. Y aquí en espumas cede
el mar algo que es suyo, por derecho de posesión
durable: siglos.
La estatua es bella. Quizá desde la costa del sur de Italia
salió, cuando los Flavios, en un barco ligero
cargado de tesoros: mosaicos y marfiles, arcas de gruesa especie,
mármoles, piedras, brillos...
Todo pesado y bello, peligroso en la cava, cuando el tablero es
frágil.
Atravesó el soberbio Mediterráneo en calma: todo poder,
en olas.
Y ya aquí junto a esa costa, rumbo ¿adónde? en la
Bética, la mar irguiose.
Acaso fue su cólera, quizá el desdén: el barco
tragado fue en las minas azules y hubo un grito
armónico, y las ondas hermosas prevalecen.
Todo quietud el mar, el «mar nuestro» reposa.
Y guarda. Veinte siglos sin alterar su lento
conocimiento: nave, tesoros, piedras, luces,
veladas suavemente por una arena en calma,
son un silencio antiguo, sin tiempo, entre las ondas.
Hasta que nuevas sombras, humanas, ay —delfines—
desnudas irrumpieron, rompiendo el ser constante.
¿Hay algo más constante que el mar? Sus salas
únicas
en majestad se esparcen, otorgan, y nadie pisa el ámbito.
Y los delgados peces —no; fueron hombres—, ligeros, heridores,
hendieron las paredes del agua dura, eterna
más que inmortal, y abriéronse cortinas, y violaron
la majestad que suma despojos, ofrecidos,
votivos para siempre, ardiendo en luces húmedas.
Oh, fuego sin cenizas bajo la mar, sin dioses.
Y los que allí bajaron, rompiendo espeso el muro
del mar, luego emergieron con el precioso resto
intacto: la piedra bella en orden. La forma: el dios vacío.
Aquí está: es la presea del mar. Justa. Dionisos
quizá, o su sombra infausta. La yerta luz, su peso.
Su misterioso peso, como un rayo ofendido
que ahí se agoípó y deslumbra. La mar, la mar
ahí erguida.
Es tiempo, porque humana. Es obra. Ahí en la arena,
levanta el brazo en arco sobre la testa libre.
Los pámpanos, el torso desnudo; a la cintura vese
la piel salvaje. El tronco sostiene el cuello y álzase
en fin un rostro joven de veinte siglos puros de mar, de mar sin horas.
No es mármol su materia confusa. Azul la piedra:
mar, mar, es un pedazo de mar, y, en pie, una ola.
Que nunca rompe y abre sus ojos para el hombre
cual si lo reclamara para su origen: aguas, arenas, viento
hondísimo.
Playa de Benalmádena... Se ven brazos morenos,
pies trabajados, piernas, visicitud, esfuerzo.
Y estos hoy andaluces que con su pelo oscuro,
real, hoy congregados, miran con ciertos ojos
la forma intacta, el tiempo petrificado, pasan
efímeros y acaso señalan : «¿Y es un
hombre?»
No, no es un hombre, ved: Mitad mar, mitad tiempo,
parece piedra. Y dura. Como en la mar, las olas.
|
es
|
Castellanos,Rosario
|
<XXI
|
Lamentación_De_Dido
|
Guardiana de las tumbas; botín para mi hermano, el de la corva
garra de gavilán;
nave de airosas velas, nave graciosa, sacrificada al rayo de las
tempestades;
mujer que asienta por primera vez la planta del pie en tierras desoladas
y es más tarde nodriza de naciones, nodriza que amamanta con
leche de sabiduría y de consejo;
mujer siempre, y hasta el fin, que con el mismo pie de la
sagrada peregrinación
sube —arrastrando la oscura cauda de su memoria—
hasta la pira alzada del suicidio.
Tal es el relato de mis hechos. Dido mi nombre. Destinos
como el mío se han pronunciado desde la Antigüedad con
palabras hermosas y nobilísimas.
Mi cifra se grabó en la corteza del árbol enorme de las
tradiciones.
Y cada primavera, cuando el árbol retoña,
es mi espíritu, no el viento sin historia, es mi espíritu
el que estremece y el que hace cantar su follaje.
Y para renacer, año con año,
escojo entre los apóstrofes que me coronan, para que
resplandezca con un resplandor único,
éste, que me da cierto parentesco con las playas:
Dido, la abandonada, la que puso su corazón bajo el hachazo de
un adiós tremendo.
Yo era lo que fui: mujer de investidura desproporcionada con la
flaqueza de su ánimo.
Y, sentada a la sombra de un solio inmerecido,
temblé bajo la púrpura igual que el agua tiembla bajo el
légamo.
Y para obedecer mandatos cuya incomprensibilidad me sobrepasa
recorrí las baldosas de los pórticos con la balanza de la
justicia entre mis manos
y pesé las acciones y declaré mi consentimiento para
algunas —las más graves—.
Esto era en el día. Durante la noche no lo copa del
festín, no la alegría de la serenata, no el sueño
deleitoso.
Sino los ojos acechando en la oscuridad, la inteligencia batiendo la
selva intrincada de los textos
para cobrar la presa que huye entre las páginas.
Y mis oídos, habituados a la ardua polémica de los
mentores,
llegaron a ser hábiles para distinguir el robusto sonido del oro
del estrépito estéril con que entrechocan los guijarros.
De mi madre, que no desdeñó mis manos y que me las
ungió desde el amanecer con la destreza,
heredé oficios varios; cardadora de lana, escogedora del fruto
que ilustra la estación y su clima,
despabiladora de lámparas.
Así pues tomé la rienda de mis días: potros
domados, conocedores del camino, reconocedores de la querencia.
Así pues ocupé mi sitio en la asamblea de los mayores.
Y a la hora de la partición comí apaciblemente el pan que
habían amasado mis deudos.
Y con frecuencia sentí deshacerse entre mi boca el grano de sal
de un acontecimiento dichoso.
Pero no dilapidé mi lealtad. La atesoraba para el tiempo de las
lamentaciones,
para cuando los cuervos aletean encima de los tejados y mancillan la
transparencia del cielo con su graznido fúnebre;
para cuando la desgracia entra por la puerta principal de las mansiones
y se la recibe con el mismo respeto que a una reina.
De este modo transcurrió mi mocedad: en el cumplimiento de las
menudas tareas domésticas; en la celebración de los ritos
cotidianos; en la asistencia a los solemnes acontecimientos civiles.
Y yo dormía, reclinando mi cabeza sobre una almohada de
confianza.
Así la llanura, dilatándose, puede creer en la
benevolencia de su sino,
porque ignora que la extensión no es más que la pista
donde corre, como un atleta vencedor,
enrojecido por el heroísmo supremo de su esfuerzo, la llama del
incendio.
Y el incendio vino a mí, la predación, la ruina, el
exterminio
¡y no he dicho el amor!, en figura de náufrago.
Esto que el mar rechaza, dije, es mío.
Y ante él me adorné de la misericordia como del brazalete
de más precio.
Yo te conjuro, si oyes a que respondas: ¿quién
esquivó la adversidad alguna vez? ¿Y quién tuvo a
desdoro llamarle huésped suya y preparar la sala del convite?
Quien lo hizo no es mi igual. Mi lenguaje se entronca con el de los
inmoladores de sí mismos.
El cuchillo bajo el que se quebró mi cerviz era un hombre
llamado Eneas.
Aquel Eneas, aquel, piadoso con los suyos solamente;
acogido a la fortaleza de muros extranjeros; astuto, con astucias de
bestia perseguida;
invocador de númenes favorables; hermoso narrador de infortunios
y hombre de paso; hombre con el corazón puesto en el futuro.
—La mujer es la que permanece; rama de sauce que llora en las orillas
de los ríos—.
Y yo amé a aquel Eneas, a aquel hombre de promesa jurada ante
otros dioses.
Lo amé con mi ceguera de raíz, con mi soterramiento de
raíz, con mi lenta fidelidad de raíz.
No, no era la juventud. Era su mirada lo que así me
cubría de florecimientos repentinos. Entonces yo fui capaz de
poner la palma de mi mano, en signo de alianza, sobre la frente de la
tierra. Y vi acercarse a mí, amistadas, las especies hostiles. Y
vi también reducirse a número los astros. Y oí que
el mundo tocaba su flauta de pastor.
Pero esto no era suficiente. Y yo cubrí mi rostro con la
máscara nocturna del amante.
Ah, los que aman apuran tósigos mortales. Y el veneno
enardeciendo su sangre, nublando sus ojos, trastornando su juicio, los
conduce a cometer actos desatentados; a menospreciar aquello que
tuvieron en más estima; a hacer escarnio de su túnica y a
arrojar su fama como pasto para que hocen los cerdos.
Así, aconsejada de mis enemigos, di pábulo al deseo y
maquiné satisfacciones ilícitas y tejí un espeso
manto de hipocresía para cubrirlas.
Pero nada permanece oculto a la venganza. La tempestad presidió
nuestro ayuntamiento; la reprobación fue el eco de nuestras
decisiones.
Mirad, aquí y allá, esparcidos, los instrumentos de la
labor. Mirad el ceño del deber defraudado. Porque la molicie nos
había reblandecido los tuétanos.
Y convertida en antorcha yo no supe iluminar más que el desastre.
Pero el hombre está sujeto durante un plazo menor a la
embriaguez.
Lúcido nuevamente, apenas salpicado por la sangre de la
víctima,
Eneas partió.
Nada detiene al viento. ¡Cómo iba a detenerlo la rama de
sauce que llora en las orillas de los ríos!
En vano, en vano fue correr, destrenzada y frenética, sobre las
arenas humeantes de la playa.
Rasgué mi corazón y echó a volar una bandada de
palomas negras. Y hasta el anochecer permanecí, incólume
como un acantilado, bajo el brutal abalanzamiento de las olas.
He aquí que al volver ya no me reconozco. Llego a mi casa y la
encuentro arrasada por las furias. Ando por los caminos sin más
vestidura para cubrirme que el velo arrebatado a la vergüenza; sin
otro cíngulo que el de la desesperación para apretar mis
sienes. Y, monótona zumbadora, la demencia me persigue con su
aguijón de tábano.
Mis amigos me miran al través de sus lágrimas; mis deudos
vuelven el rostro hacia otra parte. Porque la desgracia es
espectáculo que algunos no deben contemplar.
Ah, sería preferible morir. Pero yo sé que para mí
no hay muerte.
Porque el dolor —¿y qué otra cosa soy más que
dolor?— me ha hecho eterna.
|
es
|
Parra,Nicanor
|
<XXI
|
Pussykatten
|
Este gato se está poniendo viejo
Hacen algunos meses
Hasta su propia sombra
Le parecía algo sobrenatural.
Sus mostachos eléctricos
lo detectaban todo:
Escarabajo,
mosca,
matapiojo,
Todo tenía para él un valor específico.
Ahora se lo pasa
Acurrucado cerca del brasero.
Que el perro lo olfatee
O que las ratas le muerdan la cola
Son hechos que para él no tienen ninguna importancia.
El mundo pasa sin pena ni gloria
A través de sus ojos entornados.
¿ Sabiduría?
¿misticismo?
¿nirvana?
Seguramente las tres cosas juntas
Y sobre todo
tiempotranscurrido.
El espinazo blanco de ceniza
Nos indica que él es un gato
Que se sitúa más allá del bien y del mal.
|
es
|
Chocano,José_Santos
|
<XXI
|
El_Último_Canto_De_Nerón
|
Antes que mi arte interrumpido sea
por la turba mendaz, que ayer mi gloria
y hoy a los vientos mi baldón vocea;
antes ¡ay! de mis cláusulas de oro
mezclen su brillo a la menguada escoria
de fementida turba sin decoro;
antes ¡ay! que esa turba se sonría
del misterioso encanto de mis notas,
han de saltar bajo la mano mía,
que el timón tuerce a los seguros huertos
las siete cuerdas de mi lira rotas,
los treinta abriles de mi vida muertos.
Artista antes que César, mi corona
mejor es de laurel: soy el unjido
que de los dioses el elogio entona
y recibe de manos de los dioses
única lira.
Apolo: yo te pido
que me dejes cantar, mientras reposes.
La voz de Apolo apenas si podría
igualar de mi voz la euritmia grave
y el justo són y la ágil maestría:
temo así que la turba espante el eco
de mi voz blanda como el trueno al ave.
Llena es su voz y mi cantar es hueco :
mi cantar es la forma esbelta y pura,
que de rítmicas pompas se rodea
y que no precia ser en su estructura
mágico estuche de inmortal idea.
¿Idea para qué? La forma es todo.
Tengo en el mármol mi inviolable norma:
requiere ideas el humano lodo;
pero al mármol le basta con la forma.
La forma es todo. La beldad en ella
está al contacto de la idea, extraña.
El ferrado titán de la montaña
supo esconder la celestial centella
en el hueco también de frágil caña.
Venus no es sabia, pero siempre es bella.
Fue la belleza mi ideal. Collares
de perlas que ensartaba hilo sonoro,
parecían los férvidos cantares
que desataba en ánforas de oro,
de la inútil belleza en los altares.
Belleza fue lo que buscó mi anhelo
en el capricho de las iras locas:
sembrar rosas de sangre por el suelo,
ver el espanto en las abiertas bocas,
oír el grito de la carne herida,
sentir el choque de la lucha fuerte,
distraer el cansancio de la vida
con novedades trágicas de muerte,
depurar el placer de todo hastío
en inédito amor nunca explorado,
desviar las aguas del eterno río
y buscar nuevos cauces al pecado;
ese el afán poético, ese el mío,
cuidando siempre de estampar el sello
de originalidad al desvario.
¡Loado sea el mal, si el mal es bello!
Recuerdo aún el crimen que es el toque
de más alto carmín en mi delirio:
¡Agripina! ¡Agripina! Es como el choque
de un arma en el combate: un meteoro
que ensangrienta mi noche de martirio.
Era mi madre. ¿Y la maté? Lo ignoro.
¿Es culpable el puñal que abre la herida
o lo es la mano que lo oprime y blande?
Esos que huyeron ya, los mis amigos,
pusieron una valla con tal vida
a mi grandeza y decídí ser grande.
Luego, quise mirarla sin testigos,
inerte, maldiciendo en mi conciencia
que obstáculo y baldón se hubiera hecho
de mi existencia quien me dió existencia:
pude darla mi amor, no mi derecho.
¿Para qué verla así? Para que a solas
el propio marque arrebató la arena
en la épica furia de sus olas,
la llorase con lágrimas de pena.
El velo levanté: la vi dormida.
¡Oh blanca desnudez! En su hermosura
ostentábase pálida y sin vida,
como una praxitélica escultura:
y rígido quedé, tal como un muerto,
gozando, en actitud sobrecogida,
de sus líricas formas el concierto.
¿Qué tiempo quedé así? Fue como un siglo.
Palpitantes mis alas de poeta,
escondidas mis garras de vestiglo,
volando me lancé: lira de oro,
en el lejo palacio, ansiaba inquieta
romper quizás en cántico sonoro.
Y cantar quise. La belleza pura
de esa muerta mujer nubló mi vista.
Si yo hubiera sabido su hermosura,
la hubiera respetado como artista.
Hui lejos, hui, tal como fuga
timida estrella cuando Phebo nace:
saltó en mi frente la primer arruga;
verde cana brotó en mi cabellera;
y lloré cual la nieve se deshace
en torrentes que enfloran la pradera.
Tal llorara la muerte de una diosa:
y es que mi ánima estaba arrepentida
de haber robado el soplo de la vida
a esa mujer como ninguna hermosa.
Hui lejos, hui...
Cuando mi duelo
calmose al fin y regresé a mis lares,
saludáronme, en fiestas de consuelo,
las frentes abatidas hasta el suelo,
las lenguas desatadas en cantares.
Como hoja seca en alas de la brisa
arrastrose a mis pies la turba loca.
Y entonces —era justo— una sonrisa
de supremo desdén jugó en mi boca...
...Oigo el tumulto ya: piafan caballos.
Oigo ya el trote délos rudos callos.
¡Oh dicha, si en mis cánticos triunfales
se ajustara al acento de mi lira
el ritmo de los cascos musicales!
Tiempo es ya de morir. ¡Démonos prisa!
Debes lanzar por fin tu último acento,
lira polifonética que al viento
ora das un lamento, ora una risa,
ora das una risa, ora un lamento.
Ya que el esclavo resistió cobarde
a matarme, yo quiero con mi mano
hacer de gloria el postrimer alarde;
y me hundiré el puñal en la garganta,—
¡nudo de vida que en el cuerpo humano
tiene mi preferencia... porque canta!
|
es
|
Bañuelos,Juan
|
<XXI
|
Que_Ya_Es_Tarde._Y_Más_Bien_Estamos_Muertos
|
Que ya es tarde. Y más bien estamos muertos.
¿Qué haces, entonces, dime, y a qué vienes?
(Ya habrás mordido el día, como el perro
muerde a oscuras el nombre de los meses).
No vengas más. No necesito a nadie
que pisotee mi sombra y tenga al llanto
de pie en mi puerta, oyéndome la sangre.
¡Qué no bebí! Amor y muerte a tragos.
Tú lo sabes. Soy un ayer de astillas
clavado en este humo que levanta
mi raza de fantasmas y cenizas.
No preguntes por mí. Cercena para
siempre tu corazón y el mío. Déjalos
como el día y la noche del olvido.
|
es
|
Pombo,Rafael
|
<XXI
|
Irónico_Es_A_Mi_Ver
|
Irónico es a mi ver
Saludar con gesto amable
Ese sol imperdonable
Que nos saludó al nacer.
Y si en vez de hombre es mujer
La de la absurda ironía
En pro de la cortesía.
Hay que cerrar el capítulo
Adjudicándole el título
De docta en filosofía.
Mas como el ajeno mal
Del propio mal es consuelo
No causa al prójimo duelo
De su prójimo el natal;
Antes bien, es natural
Que se baile de contento
Conmemorando el momento
En que del mundo al dintel
Vino otro a partir con él
De esta cárcel el tormento.
|
es
|
Jiménez_Domínguez,Jesús
|
XXI
|
Cerrando_El_Libro_Abrimos_El_Olvido,_Bisagra_En_La_Nieve
|
CERRANDO el libro abrimos el olvido, bisagra en la nieve
|
es
|
Neruda,Pablo
|
<XXI
|
Amigo,_Llévate_Lo_Que_Tú_Quieras
|
Amigo, llévate lo que tú quieras,
penetra tu mirada en los rincones,
y si así lo deseas yo te doy mi alma entera
con sus blancas avenidas y sus canciones.
Amigo —con la tarde haz que se vaya
este inútil y viejo deseo de vencer,
Bebe en mi cántaro si tienes sed.
Amigo —con la tarde haz que se vaya
este deseo mío de que todo rosal
me pertenezca,
Amigo,
si tienes hambre come de mi pan.
Todo, amigo, lo he hecho para ti. Todo esto
que sin mirar verás en mi estancia desnuda:
todo esto que se eleva por los muros derechos
—como mi corazón— siempre buscando altura.
Te sonríes —amigo... ¡Qué importa! Nadie sabe
entregar en las manos lo que se esconde adentro,
pero yo te doy mi alma, ánfora de mieles suaves,
y todo te lo doy... Menos aquel recuerdo...
...Que en mi heredad vacía aquel amor perdido,
es una rosa blanca, que se abre en silencio...
|
es
|
Aleixandre,Vicente
|
<XXI
|
Por_La_Ciudad_Callada_El_Niño_Pasa
|
Por la ciudad callada el niño pasa.
No hacen ruido las voces, ni los pasos.
Es un niño pequeño en su bicicleta.
Atraviesa la calle majestuosa, enorme, cruzada por los lentos
tranvías.
Y sortea carruajes, carros finos, cuidados.
Y va suavemente con las manos al aire, casi dichoso.
De pronto, ¿qué? Sí, el gran parque
que se lo traga.
¡Cómo pedalea por la avenida central, rumbo al lago!
Y el niño quisiera entrar en el agua, y por allí
deslizarse, ligero sobre la espuma.
(¡Qué maravillosa bicicleta sobre las aguas, rauda con su
estela levísima!
¡Y qué desvariar por las ondas, sin pesar, bajo cielos!...)
Pero el niño se apea junto al lago. Una barca.
Y rema dulcemente, muy despacio, y va solo.
Allí la estatua grande sobre la orilla, y en la otra orilla el
sueño bajo los árboles.
Suena el viento en las ramas, y el niño se va acercando.
Es el verano puro de la ciudad, y suena el viento allí
quedamente.
Sombras, boscaje, oleadas de sueño que cantan dulces.
Y el niño solo se acerca y rema, rema muy quedo.
Está cansado y es leve. Qué bien la sombra bajo los
árboles.
Ah, qué seda o rumor... Y los remos penden, meciéndose.
Y el niño está dormido bajo las grandes hojas,
y sus labios frescos sueñan..., como sus ojos.
|
es
|
Neruda,Pablo
|
<XXI
|
Los_Jugadores
|
Juegan, juegan.
Agachados, arrugados, decrépitos.
Este hombre torvo
junto a los mares de su patria, más lejana que el sol,
cantó bellas canciones.
Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la Amada,
canción, canción
que no precisa fin.
Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
Este hombre torvo
junto a los mares de su patria, más lejana que el sol,
cantó bellas canciones.
Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la Amada,
canción, canción
que no precisa fin.
Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la Amada,
canción, canción
que no precisa fin.
Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
|
es
|
Fuertes,Gloria
|
<XXI
|
Todos_Contra_La_Contaminación
|
Que los hombres no manchen los ríos.
Que los hombres no manchen el mar.
Que los niños no maltraten los árboles.
Que los hombres no ensucien la ciudad.
(No quererse es lo que más contamina,
sobre el barco o bajo la mina).
Que los tigres no tengan garras,
Que los países no tengan guerras.
Que los niños no maten pájaros,
Que los gatos no maten ratones.
Y, sobre todo, que los hombres
No maten hombres.
|
es
|
Campoamor,Ramón_de
|
<XXI
|
¡Quién_Supiera_Escribir!
|
—Escribidme una carta, señor Cura.
—Ya sé para quién es.
—¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
Nos visteis juntos? —Pues.
—Perdonad; mas... —No extraño ese tropiezo.
La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
Mi querido Ramón:
—¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
—Si no queréis... —¡Sí, sí!
—¡Qué triste estoy! ¿No es eso? —Por supuesto.
—¡Qué triste estoy sin ti!
Una congoja, al empezar, me viene...
—¿Cómo sabéis mi mal?
—Para un viejo, una niña siempre tiene
El pecho de cristal.
¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura,
¿Y contigo? Un edén.
Haced la letra clara, señor Cura;
Que lo entienda eso bien.
—El beso aquel que de marchar a punto
Te di... —¿Cómo sabéis?...
—Cuando se va y se viene y se está junto
Siempre... no os afrentéis.
Y si volver tu afecto no procura,
Tanto me harás sufrir...
—¿Sufrir y nada más? No, señor Cura,
¡Que me voy a morir!
—¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo?...
—Pues, sí, señor, ¡morir!
—Yo no pongo morir.
—¡Qué hombre de hielo!
¡Quién supiera escribir!
Mi querido Ramón:
¡Qué triste estoy!
¡Qué triste estoy sin ti!
Una congoja, al empezar, me viene...
¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura,
¿Y contigo? Un edén.
El beso aquel que de marchar a punto
Te di
morir
¡Señor Rector, señor Rector! en vano
Me queréis complacer,
Si no encarnan los signos de la mano
Todo el ser de mi ser.
Escribidle, por Dios, que el alma mía
Ya en mí no quiere estar;
Que la pena no me ahoga cada día...
Porque puedo llorar.
Que mis labios, las rosas de su aliento,
No se saben abrir;
Que olvidan de la risa el movimiento
A fuerza de sentir.
Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,
Cargados con mi afán,
Como no tienen quien se mire en ellos,
Cerrados siempre están.
Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
La ausencia el más atroz;
Que es un perpetuo sueño de mi oído
El eco de su voz...
Que siendo por su causa, el alma mía
¡Goza tanto en sufrir!...
Dios mío ¡cuántas cosas le diría
Si supiera escribir!...
—Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
A don Ramón... En fin,
Que es inútil saber para esto arguyo
Ni el griego ni el latín.
A don Ramón
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es
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Mansilla_Rojas,Migdalia_B.
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XXI
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Soy_Una_Extranjera_En_Tu_Lecho_De_Palabras
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Soy una extranjera en tu lecho de palabras,
una emigrante que llegó un día huyendo del dolor
pérfido y cruel del desamor al país de las ilusiones.
Soy una errante ahora detrás de las columnas,
debajo de las cornisas de todos los edificios imaginarios,
de todas las calles vacías de gentes y de bulla.
Soy una exiliada del amor, deportada de un corazón a otro
y sin embargo, creyente de tu palabra, amalgama de tu ser
en las angustias que rasgamos en las paredes de la ciudad ambulante.
Soy una extraña en tu mundo, soy de las que viven compartiendo
secretas soledades y ansiando otra especie de sueño
en la vida que un día no muy lejano pusiste a mis pies.
Soy una extranjera en tu lecho de palabras,
una sombra que solo promete un amargo silencio
en el momento justo en que se revelen todos los sonidos.
Soy al fin, en un resumen sin historia,
una asilada en este mundo raro y ajeno.
Migdalia B. Mansilla R.
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es
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Cetina,Gutierre_de
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<XXI
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Crüel_Y_Venturosa_Gelosía
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Crüel y venturosa gelosía,
si de humano sentido alcanzas parte,
¿por qué enemiga así quieres mostrarte
al mundo, a mí y a la señora mía?
Cuanta el mundo beldad mirar podría,
celas con importuna e invidiosa arte;
a mí causas dolor con tu cerrarte
y a mi señora ofende tu porfía.
Ella quiere ser vista porque vea
la tierra el mayor bien que puede verse,
y el cielo la beldad que allá desea.
¡Aquel fuego que en mí pudo encenderse
te abrase! Pero no, porque no sea
tu encenderte ocasión de su esconderse.
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es
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Villaurrutia,Xavier
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<XXI
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Todo_En_La_Noche_Vive_Una_Duda_Secreta
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Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmoviles dormidos o despiertos sonambulos
nada podemos contra la secreta ansiedad.
Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.
Entonces, con el paso de un dormido despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar.
¿Y quien entre las sombras de una calle desierta,
en el muro, livido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?
El miedo de no ser sino un cuerpo vacio
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar
y la angustia de verse fuera de si viviendo
y la duda de ser o no ser realidad.
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es
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García_Cabrera,Pedro
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<XXI
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Por_Su_Esfera_Sin_Números_Ni_Horario
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Por su esfera sin números ni horario
el estío circuye tu corola
y mi cuerda de sangre va cosiendo
a tu mudez mis golondrinas rotas.
Ellas, luego, de vuelta, me repiten
las campanas ardientes de las horas,
y tus rítmicas aspas me voltean
y en mi frontón tu soledad rebota.
Me las oigo crujir celdas abajo,
remontar los pinares de mis lomas
y caer como piedras en un lago,
despertando en mi azul saladas ondas.
Las oigo, sí, las oigo en mi silencio
dilatar sus redondas caracolas,
buscando unas cortinas que me llueven
los húmedos cabellos de una aurora.
Y se vuelven a ti como llegaron,
pensativas, sedientas amazonas,
con las manos vacías crepitando
el gesto de sus cardos en derrota.
No son iguales, no, no son iguales
las golondrinas rotas de las horas.
|
es
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Aleixandre,Vicente
|
<XXI
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No_Importan_Los_Emblemas
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No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.
Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.
Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.
Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan
|
es
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Paz,Octavio
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<XXI
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Primavera_Y_Muchacha
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En su tallo de calor se balancea
La estación indecisa
Abajo
Un gran deseo de viaje remueve
Las entrañas heladas del lago
Cacerías de reflejos allá arriba
La ribera ofrece guantes de musgo a tu blancura
La luz bebe luz en tu boca
Tu cuerpo se abre como una mirada
Como una flor al sol de una mirada
Te abres
Belleza sin apoyo
Basta un parpadeo
Todo se precipita en un ojo sin fondo
Basta un parpadeo
Todo reaparece en el mismo ojo
Brilla el mundo
Tú resplandeces al filo del agua y de la luz
Eres la hermosa máscara del día
Aunque la nieve caiga en racimos maduros
Nadie sacude ramas allá arriba
El árbol de la luz no da frutos de nieve
Aunque la nieve se disperse en polen
No hay semillas de nieve
No hay naranjas de nieve no hay claveles
No hay cometas ni soles de nieve
Aunque vuele en bandadas no hay pájaros de nieve
En la palma del sol brilla un instante y cae
Apenas tiene cuerpo apenas peso apenas nombre
Y ya lo cubre todo con su cuerpo de nieve
Con su peso de luz con su nombre sin sombra
|
es
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Gelman,Juan
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<XXI
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Reuniones
|
la mujer sentada en la plaza no tiene techo
tiene un chico de cinco años que se pone a gritar en la plaza
grita bajo el cielo abierto en la plaza
hace 20 días que el chico de pronto se pone a gritar bajo el cielo
esos gritos cuelgan del aire un rato y caen sin
que nadie los vea guarde o moje para apagar/el frío
los arruga y crujen como padecimientos como hojas
como secos en la plaza mientras
algunos preparan una reunión para defender a la poesía
citan poetas por teléfono algo
cruje ahora o padece apenas cubierto
por el otoño o la mano
de la mujer contra la boca del chico o
la boca del chico gritando contra el cielo o mano la
reunión de la boca y la mano
para defender a la poesía/de
la boca a la mano ¿cómo es el viaje? el
grito ¿echa raíces quieto por fin? la
mano ¿vuelve a ser tierra para abrigar
los gritos desolados del pobrecito en el día? ¿y qué
germinará de boca a mano? ¿planta? ¿monstruo?
¿belleza
que andará por el mundo después? el dolor
¿dará belleza después? tanto dolor acá
¿dará belleza algún día? esta
reunión bajo los astros que callan o brillan
¿calla brilla en la tarde como astro reunido?
¿callará brillará como astro después?
¿tiembla cielo de la boca a la mano
como techo para astros germinaciones
padecimientos que caen del chico la mujer? oh astros
¿crujen como hojas en la plaza?
¿para defender a la poesía?
|
es
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Borges,Jorge_Luis
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<XXI
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Oda_Escrita_En_1966
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Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete
que, alto en el alba de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce por el tiempo,
ni los otros que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.
Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.
Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.
La patria, amigos, es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago, Su olvido.)
Nadie es la patria, pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban, argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todos lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,
ese límpido fuego misterioso.
|
es
|
Muñiz_Álvarez_del_Castillo,Benjamín
|
XXI
|
No_Puedo_Creer_Que_Lo_Nuestro_Haya_Terminado
|
No puedo creer que lo nuestro haya terminado
Que nuestro mundo se derrumbe sin previo aviso
El sol se puso para nosotros
La apatía invadió nuestros caminos
Nuestro amor se congeló
La llama de nuestra pasión no existe más
Nuestra complicidad es simplemente un recuerdo
Aquellas noches eternas en que hacíamos el amor han quedado en el pasado
Nuestro amor es uno de los tantos ciclos que han tenido que cerrarse
El deseo se fue dejando en su lugar pleitos, reclamos, reproches
La alegría se mudó y el rencor ocupó su lugar
Aquellas pláticas interminables, llenas de risa, de encanto, no son más
Los juegos de seducción ya no son divertidos como lo eran antes
Los besos que nos damos simplemente ya no saben igual
El fuego en nuestras miradas simplemente se extinguió
Las ardientes caricias se congelaron
Las palabras se volvieron secas, toscas, frías
Las conversaciones perdieron la miel y se volvieron gritos, espinas que se
[clavan en lo más profundo del ser
Lo nuestro ha acabado y no hay nada que podamos hacer
Todo el deseo, la pasión, la complicidad, la dulzura, la fantasía, el amor fue ahogado por el hastío, por la costumbre
¿Por qué ha terminado? ¿Por qué llegamos a esto?
¿Cómo pudimos ser derrotados en algo que parecía tan fuerte, tan eterno?
¿Por qué muere, de esta manera, un amor que parecía no tener límites?
¿Qué hicimos mal? ¿Qué fue lo que falló?
¿Cómo, de la nada, creció entre nosotros este abismo que ahora nos separa?
Mi amor por ti era puro y ahora ha muerto
No quiero decir adiós, pero sé que tengo que hacerlo
No quiero despedirme, pero sé que el tiempo ha llegado
No quiero que acabe, pero sé bien que ya ha acabado
De nada sirve que me desees lo mejor en la vida, porque sin ti, lo mejor de mi vida se ha ido
Llévate mi alma, es tuya, no la quiero
Sólo quiero, antes de que tú te vayas, que esta despedida sea sellada con un beso
Un beso honesto, un beso eterno
Un beso que perdure en mi alma por el resto de mi insignificante existencia
Un beso como el de aquel primer día
Un beso tal que te recuerde por el resto de mi vida.
|
es
|
Aleixandre,Vicente
|
<XXI
|
Los_Amantes_Enterrados
|
Aún tengo
aquí mis labios sobre los tuyos. Muerta,
acabada, ¡acábate!
¡Oh libertad! Aquí oscuramente apretados,
bajo la tierra, revueltos con las densas raíces,
vivimos, sobrevivimos, muertos, ahogados, nunca libres.
Siempre atados de amor, sin amor, muertos,
respirando ese barro cansado, ciegos, torpes,
prolongamos nuestra existencia, hechos ya tierra extinta,
confusa tierra pesada, mientras arriba libres
cantan su matinal libertad vivas hojas,
transcurridoras nubes
y un viento claro que otros labios besa
de los desnudos, puros, exentos amadores.
|
es
|
Corcoba,Víctor
|
XXI
|
En_Una_Ola_De_Inquietud
|
En una ola de inquietud,
la expiración nos alcanza.
El cielo es una esperanza,
y la tierra la quietud.
¡Halle el alma plenitud!
Nadie puede comprar vida.
En la tierra no se anida.
Ni el rico lleva riqueza,
ni el pobre lleva pobreza.
¡No hay llegada sin partida!.
¡No hay partida sin llegada!.
Llegar sin herida alguna,
a los labios de la luna,
y descubrir todo y nada,
¡sentir el sol sin espada!
Dejar atrás el dolor,
amar tan solo el amor,
¡qué ya no existe la cruz!,
pues el amor es la luz,
¡en eterna vida en flor!
|
es
|
Bello,Andrés
|
<XXI
|
Moisés_Salvado_De_Las_Aguas_(Imitación_De_Víctor_Hugo)
|
«¡Compañeras, al baño! alumbra el día
la cúpula lejana;
duerme en su choza el segador, y enfría
las ondas la mañana.
»Menfis apenas bulle; hospedadora
nos da la selva abrigo;
y, tendremos, amigas, a la aurora
por único testigo.
»De Faraón, mi padre, el jaspeado
palacio al mundo asombra;
a mí del bosque el pabellón, del prado
me agrada más la alfombra.
»¿Qué son las fuentes en que el oro brilla,
y el mármol de colores,
a par del Nilo, y de esta verde orilla
esmaltada de flores?
»No es tan grato el incienso que consume
en el altar la llama,
como entre los aromos el perfume
que el céfiro derrama.
»Ni en el festín real me gozo tanto,
como en oír la orquesta
alada, que esparciendo dulce canto
anima la floresta.
»¿Veis cuál se pinta en la corriente clara
el puro azul del cielo?
El cinto desatadme, y la tïara,
y el importuno velo.
»¿Veis en aquel remanso trasparente
zabullirse la garza?
Las ropas deponed; y al blando ambiente
el cabello se esparza.
»¡Ea! trisquemos en el fresco baño,
alzando blanca espuma...
Mas ¿qué objeto descubre tan extraño
la fugitiva bruma?
»Mirad: enfrente al sicamor sombrío,
que verdes arcos tiende
sobre la playa, un bulto por el río
lentamente desciende.
»No temáis: de una palma el tronco anciano,
que en demanda navega
de las altas pirámides, liviano
sobre las ondas juega.
»¿O es de Hermes por ventura el carro leve?
¿O es la concha divina
de Isis, que con suave aliento mueve
la brisa matutina?
»¿Qué digo? es tierno niño, que en ligera
barca duerme al sereno
arrullo de las olas, cual pudiera
en el materno seno.
»Arrastra el Nilo la flotante cama,
cual nido de avecilla
que arrebatado hubiese a la retama
de su silvestre orilla.
»¡Qué de peligros corre a un tiempo mismo!
¿Cuál puerto de salud
lo aguarda? ¿Mece el proceloso abismo
su cuna o su ataúd?
»¡Los ojos abre, hijas de Menfis! llora
¿Pudo una madre, ¡oh
cielo!,
al agua abandonar devoradora
el hijo pequeñuelo?
»Tiende los brazos, ¡ay!, cual si supiera
su malhadada suerte;
y son frágiles cañas la barrera
que presenta a la muerte.
»Es de la raza de Israel, sin duda,
que mi padre sentencia
a proscripción... pero ¿qué ley sañuda
proscribe a la inocencia?
»¡Pobre niño! su llanto me conduele;
a su madre afligida
sucederá otra madre; salvarele;
me deberá la vida».
Ifisa hablaba así, joven princesa;
y dócil al consejo
de la piedad, acometió la empresa;
y el juvenil cortejo
A la virgen, que presta se adelanta,
de confïanza llena,
sigue, estampando con ligera planta
la movediza arena.
Semejaba, depuesto el blanco lino,
revolando las blondas
madejas por el hombro alabastrino,
la hija de las ondas.
El blanco pie con círculos de plata
el espumoso río
le ciñe; y ya a las olas arrebata
el pequeño navío.
Palpita con la carga que suspende,
alegre y orgullosa;
y en sus mejillas el color se enciende
de la temprana rosa.
Bullente espuma hendiendo, que se irrita
y la presa reclama,
el peso que la agobia deposita
sobre la verde grama;
y del recién nacido alegremente
cercan todas la cuna;
y sonrïendo, la asustada frente
le besan una a una.
Mas ¡oh tú, que de lejos a tu hijo
por la playa desierta
seguiste desolada, el rostro fijo
en su carrera incierta!
Llega; el hinchado seno da al infante;
tu llanto ni su risa
revelarán en ti la madre amante,
pues aun no es madre Ifisa.
En los brazos maternos, rocïado
con lágrimas de duelo
y de gozo a la par, dulce cuidado
de la tierra y del cielo,
El pequeño Moisés iba seguro;
de Faraón crüel
hospeda el regio alcázar al futuro
caudillo de Israel.
Y ante el trono de Dios, la faz velada
con las alas, el coro
que ve a sus pies la bóveda estrellada,
pulsaba liras de oro.
«Alégrate, Jacob, en el asilo
de tu destierro (el canto
así sonaba), y no al impuro Nilo
se mezcle más tu llanto.
»El Jordán a sus campos te convida;
te oyó el Señor;
Egipto
marchar verá a la tierra prometida
tu linaje proscripto.
»Ese niño que virgen inocente
salvó de olas y vientos,
es el profeta del Horeb ardiente,
rey de los elementos.
»Humillaos, mortales insensatos,
que al Eterno hacéis guerra;
he ahí el legislador, que sus mandatos
promulgará a la tierra.
»Cuna humilde, baldón de la fortuna
juguete del profundo,
ha salvado a Israel; humilde cuna
ha de salvar al mundo».
|
es
|
Morales,Carlos_Javier
|
XXI
|
Si_Es_Verdad_Tu_Presencia
|
Si es verdad tu presencia,
si no mienten tus ojos
ni tu sonrisa blanca,
comprendo que este mundo te resultara extraño,
que no tuvieras tiempo suficiente
para encontrar razones
a este violento error que padeciste.
Si es verdad tu presencia,
si no mienten tus ojos,
lo que nunca comprendo es por qué sonreíste
después de haber mirado al cielo y a la tierra
y ver con esos ojos
que aquí es donde vivías.
Fue imposible saber nada de nada,
nada de ti y nada de nosotros,
e imposible saber quién fue más débil.
Más justa fuiste tú,
más dócil al destino inevitable
que espera a toda rosa
y que tanto se olvida.
Por un día creí que la belleza
tenía verdadero cuerpo humano
y estaba a nuestro alcance poseerla de lleno
(olvidaba el destino de la rosa).
No me atrevo a negar que sea posible,
pero tú me convences de que no en este mundo.
Si es verdad tu presencia,
si no mienten tus ojos
ni tu sonrisa blanca,
hubiese sido injusto, imperdonable,
que fueras posesión de un solo hombre
hecho del mismo barro que nosotros.
|
es
|
Andreu,Blanca
|
<XXI
|
Y_Corría_La_Sangre_Como_Una_Estatua_Rota_Por_Las_Habitaciones
|
Y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones
mientras aullaban los príncipes sapos y los armiños se escondían entre el trigo
y corría la sangre como una estatua rota en el oro del musgo y de la nieve
y potros como pajes delgadísimos se quemaban sobre la tierra espesa
y el unicornio joven hablaba de arte y prefería a Tiépolo y todo era pálido y cortés
y corría la sangre más niña sobre cabalgaduras encendidas
y los dulces lebreles inventaban el fuego pulsando caza calcinada, ardor y soledad.
Se tiñeron los muros de cárdeno cruel, las murallas del mundo de un rojo que no existe,
y caían mis manos como presas y víctimas,
sollozaban por ellas los topos en mística ceguera y los lagartos.
Y fue la sangre pureza potencial,
dolor, ciencia y heráldica violenta
mientras las águilas dormían la primavera lejana.
|
es
|
Burgos,Julia_de
|
<XXI
|
Una_Risa_Se_Me_Acaba_De_Reír_En_Los_Labios
|
Una risa se me acaba de reír en los labios.
—¿Risa de qué?
—De todo lo creado.
Un llanto se ha echado a llorar dentro de mis ojos.
—¿Llanto de qué?
—De todo lo soñado.
Un olvido se me ha olvidado en el bosquejo de mi mente.
—¿Olvido de qué?
—De todo lo pasado.
Un desprecio se ha despreciado él mismo en mi mañana.
—¿Desprecio de qué?
—De todo lo futuro.
¿Qué me queda el presente?
Lo río..
Lo lloro...
Lo olvido...
Lo desprecio...
|
es
|
Sérvulo,Felipe
|
XXI
|
Tus_Manos_Como_Sur
|
TUS MANOS COMO SUR,
y sobre el campo seco,
la jícara del agua nueva.
Por febrero,
la tierra prometida
del no volverás, el cuello frágil
del corazón
que se vuelve novio
y talismán de la palabra.
Ser tu héroe
que busca toda la lluvia
del universo.
Tanto buscarte
y no verte en cada gota.
|
es
|
Serna_G.,Ricardo
|
XXI
|
Hoy_Sólo_Pienso_En_Tu_Muerte
|
Hoy sólo pienso en tu muerte,
En el tiempo que abrió mi huida:
No sé como existo si no estoy conmigo,
No sé como no existes si estoy contigo.
Las nubes y el aire respiran mi pena:
Cuarenta ocho años fueron pocos para entregarte mi vida,
Ni un instante dejó, inmensamente, de ser tuyo;
Fluye, nada se mueve, ni los recuerdos en el paraíso.
Tu voz duerme el viento de mis días,
La noche al caer la tarde,
El ave danza en las sombras en medio de la luz de la luna,
Dos torres, mi cama y mi sueño, sufriendo.
Las lágrimas abren silenciosas el cofre de los tesoros,
Algo cae en los espejos de mis entrañas,
El río se conmueve con la lluvia de estrellas
Y en un gran silencio de espera nace el nuevo día.
Las nubes y el aire respiran mi pena:
Cuarenta ocho años fueron pocos para entregarte mi vida,
Ni un instante dejó, inmensamente, de ser tuyo;
Fluye, nada se mueve, ni los recuerdos en el paraíso.
Tu voz duerme el viento de mis días,
La noche al caer la tarde,
El ave danza en las sombras en medio de la luz de la luna,
Dos torres, mi cama y mi sueño, sufriendo.
Las lágrimas abren silenciosas el cofre de los tesoros,
Algo cae en los espejos de mis entrañas,
El río se conmueve con la lluvia de estrellas
Y en un gran silencio de espera nace el nuevo día.
Tu voz duerme el viento de mis días,
La noche al caer la tarde,
El ave danza en las sombras en medio de la luz de la luna,
Dos torres, mi cama y mi sueño, sufriendo.
Las lágrimas abren silenciosas el cofre de los tesoros,
Algo cae en los espejos de mis entrañas,
El río se conmueve con la lluvia de estrellas
Y en un gran silencio de espera nace el nuevo día.
Las lágrimas abren silenciosas el cofre de los tesoros,
Algo cae en los espejos de mis entrañas,
El río se conmueve con la lluvia de estrellas
Y en un gran silencio de espera nace el nuevo día.
|
es
|
López_Pozo,Marco_Antonio
|
XXI
|
Soñé_Ser_Tuyo_Y_En_Mi_Afán_Tenerte_Mía
|
Soñé ser tuyo y en mi afán tenerte mía,
regalarte un nardo o una rosa
para que pasee a nuestro lado
y en un profundo amor nos llamen
Padres.
Creía que todo eras tú y lo sé ahora.
Creía que todo eras tú y lo sé ahora.
|
es
|
Rojas,Gonzalo
|
<XXI
|
Fax_Con_Ventolera
|
Fax con ventolera
y una rosa, hoy
salió de esto Rojas
—Gonzalo como le pusieron en el agua—, iba solo, no hay
epitafio que escribir en cuanto a su suerte, ni
cuerpo que respirar, escasamente
se dirá de él que vino
rápido y ha salido,
que ya no está entonces, que
no hay estrellas para él, que carnalmente
va encima del vidrio que lo encarcela una rosa
a modo de instrumento de perdición, que ha salido
y eso es todo.
|
es
|
Buesa,José_Ángel
|
<XXI
|
Y_Ante_Mi_Abrazo_Te_Sentí_Rendida
|
Y ante mi abrazo te sentí rendida...
y ante tu sumisión, mis besos sabios
pusieron a temblar entre tus labios
ansias de amor y de placer y vida...
Fue un instante no más, uno de esos
siglos-instantes que el amor nos brinda,
prometiéndole un lauro al que se rinda
primero en la batalla de los besos...
Lo ves, mujer... No cabe en la materia
la espiritualidad de lo insensible;
todo es vencido ante el irresistible
empujón de la carne y su miseria....
Y te sentí temblar como la fronda
al soplo tibio de la brisa vaga,
cuando en su trino el ruiseñor divaga
y peina el sol su cabellera blonda...
Y te sentí temblar como la onda
que su quietud sobre la arena apaga,
y como el ave que sin rumbo vaga
y un circulo invisible traza y ronda.
Y te sentí languidecer al peso
de mis labios, al peso de un gran beso
que perfumó en tus labios a un suspiro,
tal como languidece en la laguna
un cisne enamorado de la Luna,
al no hallarla en el cielo de zafiro...
Y te sentí latir, tal como late
al manotazo del ciclón la hoja,
como en la espada late, humeante y roja,
la sangre que bebiera en el combate;
tal como el sauce que su frente abate
cuando la nube en su aflicción lo moja,
o como el oceáno que se enoja
y en el escollo solitario bate.
Y te sentí vencida, con el lento
y anhelado y temido vencimiento
del sol, cuando la Noche abre la puerta
del negro templo de su Dios ignoto;
y te sentí dormida, como un loto
en la serenidad de un agua muerta...
Y te sentí anhelante y temblorosa
cual la irisada espuma de un torrente;
como un lucero en la región silente,
insinuando una seña misteriosa;
cual la palma que agita, rumorosa,
su abanico de jade, lentamente,
como despunta en un jardín durmiente
el milagro de gracia de una rosa;
y cual la cierva cuando la acorrala
la jauría, cual ave moribunda
que pliega triste su ya inútil ala,
y adoré tu sensual melancolía
llena de rendición meditabunda,
¡y te sentí profundamente mía!...
|
es
|
Parra,Nicanor
|
<XXI
|
Yo_Tenía_Un_Fiel_Amigo
|
Yo tenía un fiel amigo
de lento mirar cansado
triste como un jardinero
y puro como un relámpago.
Tenía las manos suaves
como el corazón de un pájaro
al andar casi danzaba
y hablaba casi cantando.
Como ríos paralelos
vagábamos por los campos
yo lo confundía a veces
con la sombra de algún árbol.
El cielo que lo cubría
no podía ser más alto
y el nardo azul de su alma
no podía ser más nardo.
Si hubiera sido de agua
¡qué compañero tan claro!
serenos como sus ojos
nunca se verán dos lagos.
Amigo dulce dormido
que nunca será olvidado
ni en el día en que se cierren
para mí todos los astros.
|
es
|
Subsets and Splits
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